Y no hay mucho más en lo que pensar y porque hoy me siento vago y poco estimulado. Son las 6 de la mañana de un día otoñal de un mes de diciembre cualquiera. A veces sé que floto en ese mar de dudas y me dejo llevar por su corriente y hasta que me deposite en cualquier playa, pero eso sí, que sea bonita y tan hermosa y solitaria como ahora mismo lo soy yo. Yo no soy mucho de masas, de mucha gente, ni de demasiada gente y me sobran personas por todas partes. Y no es que vaya de sobrado, aunque tengo que reconocer que necesito tener una pizca de sobrado y porque si así no fuera no tendría el valor de escribir sobre mis pensamientos y sentimientos más personales e íntimos. Yo sé que me expongo y me arriesgo a que me juzgue una especie de juzgado popular y puede que me acaben condenando o puede que no y porque en realidad, pasan de mí. Yo sé cual era la misión inicial de éste blog y era escribir como terapia y para así mejorar como persona. Y como terapia cumplió su función y lo de mejorar como persona es algo que yo a éstas alturas de mi vida no sé valorar o no sé como se valora, pero si sé que si me encuentro más desahogado y equilibrado, es de suponer que habré mejorado como persona humana que soy. No es que me sienta sólo y que mi castigo sea ir penando por las esquinas de la vida. Pero bueno y de alguna manera tenía que meterle a alguien todos mis putos rollos patateros. Hablar de uno mismo, de sus paranoias obsesivas, de sus desprecios y alegrías, de sus amargas observaciones, de sus preciosos amores incomprendidos, de sus incontinencias verbales y hasta de sus diarreas mentales, todo esto forma parte de una gran terapia y que siempre será mejor que esas penosas terapias de grupo y donde todo el mundo acaba mintiendo y para poder salvar algo de su dignidad como persona.
Decía uno, que ahora no me acuerdo quién era, que la mejor terapia es la que se hace en soledad y frente a frente y frente a un espejo mental. Yo sé que el famoso equilibrio es una patraña inventada por un alma sufriente que se cubre ante los demás, con esa capa de equilibrio mental. En realidad todo consiste en sacar de tu alma y cuerpo, tus penas y obsesiones y una vez que las has sacado darle varias capas de barniz normalizado. Aparentar es la palabra perfecta. Aparentar que está bien, que funcionas más o menos en un punto medio, que te acoplas al medio adecuadamente, que no sufres demasiado y que tampoco te vuelves paranoico, que sonries aunque por dentro sientes que eres de corcho y que estás anestesiado y listo para reivindicar el famoso equilibrio que en realidad nadie posee y tiene. Al final todo se cura cuando estás más o menos normalizado y aceptas las reglas del juego. Si funcionas socialmente tendrás mucho terreno ganado y si no funcionas como debe de ser, te pondrán en tu historial clínico que estás muy mal de la azotea y ese sello jamás te lo quitarán de encima. Y esa será tu peor condena y por ejemplo seguirás siendo un alcohólico aunque hace 30 años que has dejado de beber. La asquerosa ligereza de poner sellos a todo y que por ellos (por esos terapeutas y psiquiatras), nunca saldrás a flote. Y esa es la verdadera condena que te imponen y que pagarás de por vida.

