A LLORAR A CANGAS (Relato)

Hoy es Domingo pero domingo de verdad, un domingo de sol brillante y luciéndose el sol con ostentación y alevosía. Y aquí estoy yo, encerrado en mi casa y porque a mi da la gana de estarlo. Es verdad que estoy en la ruina de las ruinas, en la ruina de tocar el fondo, en la ruín ruina, pero estar en ella no significa que, por ejemplo, no pueda ir a la playa. Entonces podría ir, pero no quiero, pues hoy me siento raro, no deprimido, pero si muy jodido y preocupado y es como si yo tuviera un contrato moral, como si yo no pudiera salir de casa sin arreglar antes mis asuntos financieros. Que por un lado es lo que toca, pero por le otro lado, que arreglo yo un domingo quedándome en casa. Pues nada, porque por tener tengo claro lo único que puedo hacer y eso no lo puedo hacer hoy, lo tengo que hacer mañana.

Pero a terco no me gana nadie y seguro que me quedaré en casa, compliendo moralmente un compromiso fantasmagórico. Hoy estoy francamente preocupado y no puedo dejar de estarlo, por lo menos hasta que le vea un poco de salida. Tampoco os lo voy a contar, pues como se dice en mi pueblo: "A chorar a Cangas". Y lo de Cangas era un tema curioso, el porque se dice éste dicho. resulta que en Cangas del Morrazo, había un grupo de plañideras, todas originarias de allí, y a éstas les pagaban por asistir a los entierros que había por la zona o sea iban a llorar a los entierros y por ello recibían una recompensa económica. De éste grupo de mujeres plañideras de Cangas, viene el dicho "de a llorar a Cangas". O sea que todo tiene su aquél y su razón de ser.

   De Cangas tengo otros recuerdos ancestrales. Recuerdo de pequeño los veraneos en casa de mis tíos y el capullo de mi primo pijo. Anteriormente ya m explayé con ellos, por lo que  sólo voy a atar algunos cabos sueltos. Yo recuerdo su playa, ya de aquellas un tanto sucia, pero grandiosa y magnífica, y sus mareas bajas, que dejaban el rastro de las navajas, almejas y berberechos, de aquellas aún existentes en ésta playa. Años más tarde volví por ésta playa y tuve la lógica decepción, estaba echa una pena, estaba sucia hasta los topes y ya no probé a ver si quedaba algo de marisco entre sus arenas, pues aún que lo hubiera habría que tirarlo. En ésta playa me quemé bastantes veces, me quemé por el sol, claro, pues era zona frecuente de brumas mañaneras y ya se sabe como pega el sol cuando está nublado, además que al estar nublado uno no se entera de que te estás quemando y lo peor de todo, no era el quemarme, era la burla de mi tía y de mi primito el capullo. Menudos dos bichos se juntaban, que par de víboras y lo más jodido de todo era que ella presumía de ser una buena católica, y en cambio si que era una buena bruja., por no ponerle otros calificativos.

  Volvamos a Cangas que se me va la olla. También recuerdo el ballenero y como se ponía el pueblo en alarma cuandose acercaba el barco con su pieza. primero que se sabía por el hedor que despedía la ballena y después porque se propagaba la noticia como la pólvora. Después había que acercarse por cojones a la puta ballena, mejor dicho a la putrefacta ballena, pero no quedaba otra, la visita a la ballena estaba puesta en la agenda de mi primito. Al muy cabrón le encantaba ver como a mi se me cambiaba el color de la cara, como me ponía pálido, sudoroso y a vomitar como un cerdo. Él cuando me veía así le encantaba mofarse en público y delante de sus amigos demostraba una vez más que él era hombre hecho y derecho y yo una nena mariquita. Cuanto quiero yo a mi primito, lo adoro y si lo tuviera a mano en éste momento juro que lo colgaría del palo más alto.

  Después, por suerte, se acabaron los sufridos veraneos en Cangas, más o menos desde los 10 años o por ahí y aún no sé como salí vivo, pero como veis aquí estoy, vivito y coleando. Después de Cangas ya no supe mucho, hasta que un día por la radio, creo que era radio tres, comentaban una noticia sobre Cangas. Decían que habían pillado a unos cuantos matracas en el cementerio del pueblo y que los habían pillado porque se fumaban los huesos de los muertos. Tenían la teoría que el costo subía mucho más, si se mezclaba con el polvo de los huesos y ni cortos ni perezosos, se iban hasta el cementerio y abrían las tumbas. Entonces el comentarista en plan coña decía que a Cangas le habían cambiado la denominación de origen y que ya no era Cangas del Morrazo, que a partir de éste hecho pasaba a ser Cangas del Porrazo. ¡Ahí es ná!. Como veis yo me quedé encantado con dicho comentario, tanto que no se me olvidóm jamás en la vida. Cangas del Porrazo.

  Cangas de aquellas era un pueblo muy hevy y duro. Era un pueblo que vivía de la pesca y de todo tipo de pesca. Aparte del asqueroso ballenero, tenía dos fábricas de conservas, un par de pequeños astilleros y el resto vivía de lo pescado en el día. Por tanto era un pueblo hecho de cara al mar y eso forja su carácter de pueblo duro. por lo demás tenía una pequeña parte vieja bastante deslabazada y unas playas bastantes decentes, algunas maravillosas, como la playa de Barra, playa de la que ya hablé en el relato de "Las Acampadas". Pero había unas cuantas más, como la playa del faro de Cabo Home y unas cuantas más. Es una zona preciosa que si se puede se debía visitar. Yo desde aquí os invito a hacerlo.

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