¿Sabeis lo que es la angustia?, ¿lo sabeis?.
Yo a la angustia la conozco demasiado,
fué mi compañera de viaje,
fué mi amiga, mi plañidera y mi consuelo,
y yo fuí, para ella, su alimento humano.
Hoy tuvo el detalle de visitarme,
y lo hizo en plan sorpresa,
se presentó sin más, sin esperármelo,
y lo primero que hizo fué mirarme a la cara,
y yo por supuesto a ella,
le ví su sonrisa sarcástica,
su sonrisa que venía a decir:
ves como de nuevo estoy ante tí,
ves como tú no podías dejarme,
o que te creías tú, tú si tú,
acaso te creías el rey del mambo,
o pensabas que yo iba a desaparecer sin más,
o que te iba a dejar en paz,
y en paz para siempre.
Yo entendí que ya estaba vencido,
que ella sólo se regodeaba
y por tanto se vengaba,
y a mi, que me quedaba por hacer,
que podía decirle,
acaso que ya estaba rendido,
y que sólo quería abrazarla,
e irme, para siempre, con ella.
La angustia, la angustia es cruel,
es un sapo con cien ojos,
es un monstruo insaciable,
es un ser voraz,
y es un ser que no se para ante nada,
y menos ante nadie.
Es la angustia, la vieja conocida,
la que te hace que no tragues,
la que te aprieta el cuello,
la que te hace quedarte mudo,
la que te pide toda tú entrega,
y la que desinfla el estado de tú ánimo.
Yo soy experto de la angustia,
la conozco como la palma de mi mano,
y ella a mí, tanto como si fuera su propio hijo,
pues los dos fuímos uña y carne,
carne de las carnes,
dos seres en un mismo ser,
yo ponía mi esqueleto y cuerpo,
y ella se hacía cargo,
de los cuidados de mi alma.
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