Dicen que las palabras se las lleva el viento,
eso dicen algunos, y yo digo otra cosa distinta:
el viento no sólo mueve las palabras,
también agita los mares,
los mueve y los remueve,
y crea temporales y tsunamis.
Y su poder es tan inmenso,
que mueve a las montañas de sitio,
y las esculpe y les da forma,
y en sus laderas forja temporales de nieve,
y en sus entrañas aviva los fuegos de los volcanes.
El viento, el dios Eolo, el dios del viento,
como mueve las dunas del desierto,
como construye y destruye con sus manos de aire,
y como sacude sus arenas cuando se cabrea.
El viento curte y pule los cuerpos,
y al resto de la materia,
el viento no deja resquicio,
pues entra por cualquier fisura,
y entra como entra,
y entra hasta la cocina.
Ahora al viento ya le rinden respeto,
le construyen parques eólicos,
o lo que es lo mismo, parques temáticos,
para que juegue, disfrute
y se entretenga un poco.
Quien le discuta su hegemonía,
sabrá tarde o temprano,
lo que son los huracanes y ciclones,
y se perderá lo que el viento,
cada día nos dice,
pues él es el dios más sabio,
es el que más habla y escucha,
es un ser poderoso, el viento,
además de fuerte y magnánimo,
pero el viento no es tonto,
y sabe quien le da la espalda,
y entonces el dios Eolo,
con sólo mover un dedo,
lo reducirá a cenizas,
que por cierto,
también se las llevará el viento.
Amén.
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