Voces.
A veces oigo voces que resuenan como truenos
dentro de mi espacio subaracnoideo,
justo entre la aracnoides y la piamadre
y cerca del quiasma ótico
pasando por la silla turca
y para aterrizar con sus eternos ecos
en el lóbulo frontal del cerebro,
que es el que controla y mangonea todo.
Con el paso del tiempo
esas voces han dejado de ser mañaneras y resacosas,
ahora son noctámbulas y expresionistas,
les encanta exagerarlo todo,
engrandecen lo más pequeño,
y de una mota de polvo sacan un mundo nuevo,
en realidad, son voces imaginativas,
se saben buscar la vida,
se acomodan a todos los recovecos de mi cerebro
y cuando entra una corriente de aire por el suelo de mi boca,
aprovechan para echar más leña al fuego
y tanto calientan el medio ambiente
que hasta el insomnio se acerca a la hoguera que tengo en mi mente.

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