Sí, somos producto de la casualidad, de la casualidad de aquél encuentro que tuvieron nusestros padres, de que en aquél día se echaran un polvete, de que coincidieran en sus intenciones o no, porque de aquellas se seguía el método ojino, que no era otro que calcular cuando no había peligro de fecundación y claro, ese método fallaba más que una escopeta de feria. En realidad somos un conjunto de casualidades que empiezan con ese esparmotozoide rebelde que penetra a un óvulo fértil y sigue con 9 meses en la nave espacial que conduce tu madre.
Es casualidad que nazcas a tal hora, a tal día, a tal minuto y que nazcas, como yo, en un día de lluvia, truenos y rayos, porque Febrero es Invierno, pero no todos los días son así de lúgrubes. Quizá sea pòr eso, que yo repudio instintavamente los climas ensombrecidos por las nubes perpetuas y las lluvias permanentes y eso está grabado en mi ADN. Bueno, a todo me puedo acostumbrar, pero lo que yo quiero decir es que en principio los climas así me producen rechazo, aunque tengo claro que también influyen otros factores: como una buena y dulce compañía, un buen curre, unas buenas amistades y que la muñeca hinchable se encuentre contenta.
Quiero decir, que hasta en el Polo Sur o Norte, uno se puede encontrar a gusto y por esas circunstancias anteriormente mencionadas. Pero volviendo a las puñeteras circunstancias, yo creo que soy producto de un torrente de circunstancias y que no sólo son por causa de como fuíste concebido, sino que naces en un determinado sitio y por la casualidad y vas a tal Colegio, porque vives cerca y allí te tocó vivir y en tal barrio determinado y allí, tienes tus primeras amistades, que en mi caso hubiera ido mejor no tenerlas, pues eran de una tribu urbana desquiciada, y vas a ese Instituto, a esa Universidad y empiezas a currar en tal año y en tal sitio y no en el otro, que también te podía tocar. En fin, somos producto del azare incluso, que hoy esté aquí escribiendo es una prueba más, pues estoy rellenando un hueco que me quedó, porque alguien tuvo que aplazar una cita programada.
Es casualidad que nazcas a tal hora, a tal día, a tal minuto y que nazcas, como yo, en un día de lluvia, truenos y rayos, porque Febrero es Invierno, pero no todos los días son así de lúgrubes. Quizá sea pòr eso, que yo repudio instintavamente los climas ensombrecidos por las nubes perpetuas y las lluvias permanentes y eso está grabado en mi ADN. Bueno, a todo me puedo acostumbrar, pero lo que yo quiero decir es que en principio los climas así me producen rechazo, aunque tengo claro que también influyen otros factores: como una buena y dulce compañía, un buen curre, unas buenas amistades y que la muñeca hinchable se encuentre contenta.
Quiero decir, que hasta en el Polo Sur o Norte, uno se puede encontrar a gusto y por esas circunstancias anteriormente mencionadas. Pero volviendo a las puñeteras circunstancias, yo creo que soy producto de un torrente de circunstancias y que no sólo son por causa de como fuíste concebido, sino que naces en un determinado sitio y por la casualidad y vas a tal Colegio, porque vives cerca y allí te tocó vivir y en tal barrio determinado y allí, tienes tus primeras amistades, que en mi caso hubiera ido mejor no tenerlas, pues eran de una tribu urbana desquiciada, y vas a ese Instituto, a esa Universidad y empiezas a currar en tal año y en tal sitio y no en el otro, que también te podía tocar. En fin, somos producto del azare incluso, que hoy esté aquí escribiendo es una prueba más, pues estoy rellenando un hueco que me quedó, porque alguien tuvo que aplazar una cita programada.
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