Yo no voy firmando autógrafos, primero, porque nadie me lo pide y segundo, que aunque fuera un famosillo de poco pelo y de alta autoestima, no creo que el firmar algo sirva para satisfacer a alguna persona. Bueno sí, a algún descerebrado que anda por ahí suelto y por cierto, que los hay a montones y hasta son capaces de hacer acampadas en un sitio, esperando a que le firme la estrella de turno. Desde luego que hay divos y divos, pero no sólo ellos tienen la culpa de su divinidad, pues gran parte de ella, la tienen los descerebrados que pululan por nuestras vidas. Sí, ese tío o tía que te cruzas en un semáforo, ese forofo de mierda que va todos los días al campo de fútbol y allí se desgañita junto a su grupo de cerebro plano.
Los divos los hay y siempre los habrá y en el hipotético caso de que nadie les hiciera caso, siempre tienen su espejo y para quererse ellos solitos con todo su entusiasmo. Pero esa mecha que se enciende, también se va apagando, es decir, si no tienen a su alrededor un círculo de acólitos que se la chupen día sí y día también, esa mecha sólo dura unos cuantos años y porque acaban aburriéndose de su puta cara de conejo. El desmedido triunfo de uno mismo, el sentirse mago y por encima de todo, el creerse un sol angelical, tiene que tener ciegos seguidores y que hoy en día, son muy fáciles de mantener, pues para eso están las redes sociales, para que vean lo original de tu último tatuaje, que comes en clave vegano y que te gustan las morcillas en vinagre.
Al final, el divo se hace esclavo de su propia divinidad, pues sus seguidores presionan para que así sea y como los divos son huecos por dentro, pues tomad mis seguidores..., tomad una foto colgada en la red. Sí, hablo de círculo vicioso y del cual no se sale fácilmente y será así, mientras necesitemos adorar a los dioses y a las personas y será así, mientras querramos creer en los mundo de yupi y será así, mientras lo que importe sea el envoltorio y el que esté guapo. Como véis, para mí también somos culpables y porque siempre habrá alguno que querrá salvarse de la quema, pero para que se le abran los ojos a estos señores les ampliaré el abanico, y un divo no es sólo un actor de cine o un cantante, también lo puede ser un líder político o un escritor o un gran filósofo o uno de tantos, pues en eso sí que hay libertad, un divo puede ser cualquiera de nosotros.
Los divos los hay y siempre los habrá y en el hipotético caso de que nadie les hiciera caso, siempre tienen su espejo y para quererse ellos solitos con todo su entusiasmo. Pero esa mecha que se enciende, también se va apagando, es decir, si no tienen a su alrededor un círculo de acólitos que se la chupen día sí y día también, esa mecha sólo dura unos cuantos años y porque acaban aburriéndose de su puta cara de conejo. El desmedido triunfo de uno mismo, el sentirse mago y por encima de todo, el creerse un sol angelical, tiene que tener ciegos seguidores y que hoy en día, son muy fáciles de mantener, pues para eso están las redes sociales, para que vean lo original de tu último tatuaje, que comes en clave vegano y que te gustan las morcillas en vinagre.
Al final, el divo se hace esclavo de su propia divinidad, pues sus seguidores presionan para que así sea y como los divos son huecos por dentro, pues tomad mis seguidores..., tomad una foto colgada en la red. Sí, hablo de círculo vicioso y del cual no se sale fácilmente y será así, mientras necesitemos adorar a los dioses y a las personas y será así, mientras querramos creer en los mundo de yupi y será así, mientras lo que importe sea el envoltorio y el que esté guapo. Como véis, para mí también somos culpables y porque siempre habrá alguno que querrá salvarse de la quema, pero para que se le abran los ojos a estos señores les ampliaré el abanico, y un divo no es sólo un actor de cine o un cantante, también lo puede ser un líder político o un escritor o un gran filósofo o uno de tantos, pues en eso sí que hay libertad, un divo puede ser cualquiera de nosotros.
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