A fuerza de mudarme he aprendido a no pegar los muebles a los muros, no a no clavar muy hondo, a atornillar solo lo justo He aprendido a respetar las huellas de los viejos inquilinos: un clavo, una moldura, una pequeña ménsula, que dejó en su lugar aunque me estorben. Algunas manchas las heredo sin limpiarlas, entro en la nueva casa tratando de entender, es más, viendo por dónde habré de irme. Dejo que la mudanza se disuelva como una fiebre, como una costra que se cae, no quiero hacer ruido. Porque los viejos inquilinos nunca mueren. Cuando nos vamos, cuando dejamos otra vez los muros como los tuvimos, siempre queda algún clavo de ellos en un rincón o un estropicio que no supimos resolver. |
MUDANZA (FABIO MORÁBITO)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario