Cuando un día me dije...hasta aquí he llegado. Y hasta que otro día también me dije...hasta aquí he llegado. Y aún ahora y a estas alturas, me sigo diciendo...hasta aquí he llegado. Y por tanto, seguimos llegando y eso supone seguir avanzando. Yo no he tocado fondo, ni me he rendido ante los pies de nadie, ni he rogado, ni suplicado...bueno de esto último supongo que algo y porque a veces es muy difícil marcar la diferencia entre rogar o suplicar y pedir un favor a alguien. En plan extremo, la diferencia es muy clara...pero en ésta vida no todo es tan extremo. Ojalá todo fuera a cara A y a cara B y si por aquí no es...pues será al revés. Por el mundo hay demasiado muerto viviente, que son las dos cosas a la vez y al mismo tiempo (lo cual ya sabemos que es imposible).
Pero planteémonos entonces la cosa desde otro ángulo...por el mundo hay tanto payaso que se viste de persona, que en fin, que habría que preguntarse ¿de qué circo han salido?. Se me entiende mejor ¿verdad?. Circo y circo y circo. Y el otro día vi un circo montado y no me acuerdo donde, pero sí que acuerdo de las sensaciones que tuve al verlo. Como vulgarmente se dice...se me cayeron los huevos al suelo. Primero porqué pensé en los pobres animales (el circo tenía pinta de tenerlos) y ese pensamiento casi me hundió del todo. Después pensé en los payasos de circo que siempre me dieron más pena que risa. Después recordé el puto ambiente deprimente de los circos, ambiente lleno de trajes coloridos, raídos y desteñidos. Ambiente con olor a humedades profundas mezcladas con el olor a la paja mojada y con ligeros toques de mierda de animal. Y aquella megafonía ensordecedora acompañada de la música más cutre que podía haber. Y los chistes de los putos payasos de mierda, que eran para sacar la metralleta y matarlos en el acto, Y el pobre León todo desaliñado y despeluchado...Y el pobre Tigre deprimido que sólo era mirarle a los ojos y ponerte a llorar con él.
Y me acuerdo cuando yo era pequeño y a mi padre queriéndome llevar al puto circo e hijo vamos al circo que éste es muy bueno...Y yo tenía que poner buena cara, pero por dentro era un puto flan lleno de angustia. ¿qué si lo pasaba mal en el circo?, mal no, mal es poco y lo pasaba horrible. Primero y por lo que fuera, siempre me tocaba ver a los animales del circo en sus jaulas (quizá mi padre me llevaba hasta allí y para hacerme un hombre de pelo en pecho...pero la verdad es que no me acuerdo).Después entrábamos en el circo y como solían ser días lluviosos y fríos, pues venían los escalofríos y el paisaje de la pista del circo era un verdadero lodazal. Y salía el presentador del llamado espectáculo y cogía el micrófono y aquello chirriaba, aparte de tener sus botas o zapatos o lo que fuera aquello, metidas en el barro y hasta la altura del tobillo. A todo esto iba entrando un frío por el culo que resultaba ser alucinante. Y los trapecistas que parecían un par de famélicos muertos de hambre. Y a los payasos y a los que nunca conseguí que yo me riera con un chiste o una gracieta de ellos.
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