¿Y si eran más jóvenes que yo?. Eso seguro, pensé, pues tampoco es tan difícil, ya que tengo 57 tacos y por debajo de esa edad habría muchos. Más perdido me encontré y tuve que aterrizar de mi globo y me tuve que centrar en aparcar "mi Ferrari" y eso hice, aparqué. Me fui a la cafetería y eché una ojeada genral y no percibí que nadie de los presentes fuera un posible escritor, así que me senté en una mesa y seguí dando vueltas a la noria. Sí, era verdad, no conocía a nadie y no sólo tenía el problema de como los reconocería, sino y también, de como les entraría. Les diría que yo me enterado indirectamente de aquello y si era una reunión privada, pues lo sentía y cogería el camino de vuelta y uno de ellos me diría y en el último momento me diría: ya que estás aquí, quédate, no importa. Mientras tanto, seguía observando la gente que entraba en la cafetería y nada, nadie me coincidía y sobre todo porque no se juntaba ningún grupo un poco amplio, se sentaban dos o tres persona en cada mesa y con pinta de currantes o de paletas (albañiles) y además observé que le estaban dando bien a la priva, cosa que no me coincidía mucho con una reunión seria. pero ¿quién me dijo a mí que aquello iba a ser serio?. Más dudas.
Seguí esperando y mirando la hora en el móvil y pasaban los minutos y ya pasaban 15 minutos de la hora y ya empecé a dudar del asunto. Haber si me había confundido de hora o de cafetería o de calle o de fecha y vueltas y más vueltas y los minutos corrían más que las horas. Y nada de nada, allí no aparecía nadie con pinta de intelectual frustrado, salvo yo, claro. Hasta que a la media hora, ya me cansé de esperar y concluí que la reunión de futuribles escritores se habría aplazado y dado que tenía un supermercado al lado, me entró la vena materialista o mejor dicho la vena de la hambruna y me fui a comprar algo de papeo (comida). Y así acabó éste cuento, ni reunión, ni escritores frustrados ni nada de nada y vuelta para casa y con el rabo entre las piernas, vamos con el rabo en su sitio, pero más alicaído que de costumbre. Y aquí estoy en mi santa casa y ejerciendo de lo que sé, de escritor frustrado.

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