Antes de empezar a maldecir al mundo, que por cierto es lo único que se
merece, me gustaría contaros unas cuantas cosas, unas pequeñas y
curiosas cosas. Hoy con el retraso de la hora, es una verdadera pasada,
es como darnos una hora más de día y eso al cabo del mes, es una fortuna
de horas vividas. Es como llegar al final del túnel del invierno, y hoy
si que es para mi el día en que empieza la primavera y no cuando la
decretan oficialmente.
Y por eso para celebrarlo, el sol se
ha vestido con sus extraordinarias galas y luce como en sus mejores
días. Ahora nos queda por delante días largos, días de luz brillante,
días de explosión de la naturaleza, días de excursiones, días de baños
en el mar Mediterráneo, días en que el sol te caliente y te acaricie,
días en fin, en donde lo humano y la naturaleza se funden en una fiesta
de los sentidos. Todo es vivo, todo te evoca algo, todo te recuerda a
otras primaveras o a las primaveras de la infancia.
Es curioso
escribir y escribir sin saber de lo que vas a escribir, pero es como un
precalentamiento, es el momento que necesitas para calentar tús motores
y entonces a medida que escribes llega un momento en que con algo te
enganchas y ya el resto se desliza por el tema que tú quieres. Aún no
piqué nada, lanzo el anzuelo y nada, res de res. Hoy por la mañana
estuve leyendo una entrevista a una escritora: Laura Gallego y me llamó
la atención que le mandaban escritos y escritos y ella se quejaba de la
prisa que tiene la gente, o sea que por escribir algo, la gente le decía
que quería ser como ella, pero como ella con su éxito. Y ella se
reivindicaba y aclaraba que publicó por primera vez a los 21 años y
hasta entonces había escrito 8 novelas. ¡Menuda máquina!. Pero que razón
tiene, detrás de un libro y que además se vende, hay una trabajera
inmensa, hay días y noches, hay miles de folios escritos para después
ser rotos, hay intentos, hay amagos, hay esperenzas destrozadas, hay
ilusiones y desilusiones, hay risas, hay llantos, y sobre todo hay un
inmenso esfuerzo. La disciplina a la que se someten los escritores es
espartana y cada vez estoy más convencido que se tiene y se logra porque
escribir es una forma de vida. Antes no entendía, como uno podía
renunciar a un montón de cosas y se encerraba sólo y delante de un
folio. Me parecía como cosa de marketing, un escritor tenía que ser un
tio o tia solitario y capaz de enfrentarse continuamente a uno mismo, y
esa imagen de autosuficiencia ayuda a vender los libros. Ahora, tampoco
voy a divinizar, pero en cierta manera lo entiendo mejor y entiendo que
el que escribe adopta una forma de vida propia y durante el tiempo que
se sumerge en su tarea, la de escribir, no piensa en otra cosa que no
sea el escribir, sólo se vive para eso. Después en su vida "normal", esa
misma persona que escribiendo era tan fuerte, clara, disciplinada, pues
puede resultar totalmente lo contrario, que sea débil, desordenada y
oscura.
Y para realizar tan árdua tarea, el escribir tiene que
ser gran parte de tú vida. Claro que Laura Gallego, plantea que la gente
quiere el éxito fácil, pues sería de gilipollas que uno quiera el éxito
difícil, la gente es la gente y la gente es puro pragmatismo, un libro,
un millón de ejemplares vendidos, es simple regla de tres. Cuando uno
se engancha a la escritura, todo lo que ve y piensa todo lo pasa por el
filtro que tiene en su cabeza y juega a ver como lo describiría
escribiéndolo. Si uno está viendo el mar y el mar, en ese momento le
sugiere algo, enseguida se pone las pilas y intenta describirlo como si
estuviera escribiendo en ese preciso momento. Y éste ejercicio se hace
mil veces al día, siento esto y lo escribiría de ésta manera y si pienso
otra cosa pues la describiría de otra manera. En cierta medida te vas
encasillando, lo que pasa que las casillas de la escritura son tan
amplias e inmensas, que es imposible que las cubras todas, por lo menos
mientras tengamos una sóla vida. En realidad, si no te controlas lo
único que harías es escribir todo el día. A mi me ha pasado que me he
levantado de buena mañana y lo primero que hago es ponerme delante del
teclado y dale que te pego y sigue y sigue y lo único que te avisa que
han pasado 4 horas es la llamda del hambre. Y aunque tengas cosas
importantes que hacer, si te metes a fondo y no te pones alarmas, los
asuntos pendientes se te van de las manos y te acuerdas de ellos sólo
cuando has acabado, que suele ser cuando ya estás k.o.
Y no es
broma, yo caí mil veces y sobre todo al principio en ponerme a escribir
15 horas seguidas, dormir 4 horas y al día siguiente seguir escribiendo
otras tantas horas. Aprendí con el tiempo, que lo que pasa de 4 horas
seguidas, suele ser una puta mierda. esto es lógico pues el cansancio va
haciendo mella y aunque la idea que tienes en el coco sea brillante, tú
ya no estás espabilado y la idea brillante se te enroca en el coco y
sale un amasijo que ni siquieras entiendes tú. La idea o las ideas, hay
que escogerlas bien y en cuanto puedas, ponerte a describirlas, pero con
cautela y la cautela la marca el tiempo y los consiguientes descansos.
Me acuerdo que por motivos laborales tuve que estar unos días en Palma
de Mallorca y yo estaba en mis inicios escriturales (hace sólo 8 meses),
pues nada me puse a lo que tocaba y lo que tocaba era bastante
complejo. Tenía que controlar una serie de llamadas de emergencias
médicas y gestionarlas y para ello tenía en pantalla nada menos que 7
programas informáticos y todos abiertos al mismo tiempo. Pues nada, yo
iba con mi disfraz de crack y me daba tiempo a atender las llamadas, a
entrar en los programas, que por cierto era la primera vez que los veía,
a leerme entero un manual de Pediatría que cayó en mis manos y como
pensaba que me sobraba tiempo, me puse a escribir y no sé, pero llené
media libreta con mis escritos. Salí de allí más alucinado de lo que
entré, después de 12 horas y tan contento me fuí a cenar, yo estaba en
pleno brote, todo convencido que lo escrito tenía su peso en oro. Y me
dió tan fuerte, que mientras cenaba me puse a llamar sin pudor ninguno, a
El Pais, para que me pasaran con Maruja Torres. Me dió por ella como me
pudo dar por cualquier otro. Al final no conseguí ponerme en contacto y
entonces lo dejé apalzado para el día siguiente.
Después de
cenar me fuí al Hotel y nada más entrar, me senté a escribir de nuevo y
me dieron las 2 de la mañana. por fin me dormí y me desperté a las 5, me
levanté y de nuevo a escribir como un loco y así hasta la hora de
desayunar. Estaba en brote y estaba agotado y menos que en esa mañana me
iluminó una idea y fué que antes de empezar de nuevo a llamar como un
poseído al Pais, era mejor echar un vistazo a todo lo escrito. Y menos
mal que lo hice, porque salvo el principìo, el resto era pura mierda,
era de pena y yo convencido de que había escrito mi ópera prima. Ahi y
varias veces más, rocé lo que no se debe rozar, esa fina línea que
separa la cordura de la locura, pero también es cierto que si no hubiera
llegado a ella, hoy en día no sabría que existía, o no. Es un ejemplo
claro de dejarse llevar hasta un extremo, ahora que me quiten lo
bailado, como me lo pasé, como me reí, y como disfruté, eso ya no me lo
quita nadie.
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