LAS COCINAS

Ahora acabo de estar tomando un café en la cocina de mi casa y he observado algo raro y es que en la cocina es el único sitio en que oigi a mis vecinos y para eso tiene que estar abierta la puerta del patio. y me llemó la atención sus voces, eran voces suaves, roncas pero sin tono elevado y pensé aquí falta algo, faltan el vocerío, los tonos altisonanates, los tacos, las faltadas, las risas histéricas, los insultos, las desaprobaciones, vamos todo el compendio de las broncas. Y claro me dí cuenta que las voces eran tirando a voz joven y por fin aterricé, estaban los hijos sólos y se habían ido los padres. pues no sólo hoy ehché de menos las broncas ya llevaba unos días raro y era eso el mono que tenía.

    Pero al mismo tiempo pensé si yo los escucho desde mi cocina, ellos también me escucharan a mi, logicamente. Y pensaran lo mismo me pregunté o yo no tengo tantas broncas. la verda que no, que tantas es imposible, ni yo ni nadie. pero alguna seguro que si, pues la cocina es la cocina y en ella no sólo se cuece la comida también se cuecen otros asuntos muy importantes. lo de las cocinas ya viene desde muy atrás, yo creo que desde que era pequeño y ya hacía la vida social en la cocina de mi abuela. Allí pasaba las mañanas en que no tenía clase y era el sitio donde se cocinaba, se hablaba y se tomaban las grandes decisiones. En mi casa, no era así, pues las cocinas de las casas de mis padres no irradiaban ese calor que las hiciera un sitio agradable de estar, les faltaba karma, eran cacinas valdías y frías, donde se cocinaba pero con bastante mala hostia.

   Después posteriormente fuí viviendo de alquiler en pisos y casas y sin darme cuenta yo el sitio donde más me fijaba para alquilar una casa era en su cocina: si era amplia, si era agradable, si podía ser envolvente o sea cálida, y éste era un criterio de mucho peso, para decidirme a alquilar esa casa o piso. porque estoy convencido que en la cocina es donde se tienen las mejores conversaciones y donde se toman las grandes decisiones. Las cocinas yo no les pongo una condición sine quanum, no señor, las cocinas pueden ser pequeñas pero recogidas, pueden ser amplias y frías o pueden ser las dos cosas y muchas más, pero lo importante, lo que en realidad importa es que la cocina tenga aura, que tenga sus propia alma, es decir que te invite a estar en ella. Me acuerdo de una pequeña cocina que tuve en uno de los pisos de alquiler en Santiago y eera una cocina extremadamente estrecha y pequeña, pues sólo podía entrar y salir una persona, pero éste cocina o cocinita tenía un amplio ventanala la espalda, un verntanal con vistas a una calle preciosa del Santago antiguo y así ésta cocina se ampliaba, parecía que estabas en medio de la calle, solo que más alto. Entonces ésta cutrería de cocina me parecía el palacio de Versalles y en ella los habitantes del pisoy otros foráneos tuvimos garndes conversaciones y por eso le tengo tanto cariño, por eso y por sus grandiosas vistas.

   es curioso éste tema, pues estoy pensando que sí que la cocina era mi principal objetivo, pero también lo era la sala de estar. pues hubo casa en que la cocina ni ni fa, y en cambio la sala ganaba enteros. y ahora recuerdo una casa preciosa en A Coruña, una casa que daba a una linda plaza, toda de piedra y presidida en el medio por un cruceiro. La cocina y las habitaciones, eran pequeñas y sin xeito, pero la sala de estar er aun apreciosidad, por su distribución, por su mobiliario y sobre todo por sus vistas, que daban de pleno a la mencionada plaza. Ésta placita, era un rincón o un tesoro escondido y estaba rodeada de unos amplios muros de un convento y sólo en una cara había casas, en la que estaba precisamente la mía. en definitiva había dos casas habitadas y el resto eran muros del convento, por tanto el silencio sepuscral era su principal caracteristica. por otro lado estaba sembrada de unos grandes árboles que le daban sombra y la hacían más entrañable. Uno se adpta a lo que hay y si no había cocina o era una cocina sin karma, pues la vida y las tomas de decisiones se hacían en la sala de estar.
  
   Si la cocina tenía su atractivo, a mí lo de cocinar no me importaba en exceso, lo malo era si la cocina estaba desamparada, entonces hacía las entradas justas: para ir a la nevera, para beber agua, etc, y salía en cuanto podía. Pero éste tema, como ya dije anteriormente, lo solía compensar con la sala o con el Jardín. Y aquí entro a trapo, pues me viene a la cabeza mi casa de Cádiz. Ésta casa era toda chica y por tanto su cocina, pero tenía el encanto del clima y de su jardín espléndido. Lo que quiero decir es que por el clima se podía hacer vida fuera unos 10 meses, se podía desayunar, comer, retozar, trabajar, cenar y hacer toda tú vida fuera. Y aquello era el paraíso y todo esto coincide con la crianza de mis hijos. Mis tres retoños, que se criaron en aquel jardín de ensueño y donde su padre fué el hombre más feliz del mundo. Recuerdo sus 12 pinos gigantes, pinos mediterráneos, piñoneros, y que su tronco era tan inmenso que tenías que abrazarlo para rodearlo por completo.

    La piscina que tanta vida nos dió: juegos de pelota, baños nocturnos y diurnos, sus preciosas vistas del cielo, que a veces se acompañaban de bandadas de cigueñas y flamencos. Los frutales, malos pero frutales y sobre todo el que presidía el jardín, una amplia y esplendorosa higuera, que estaba pegada a al pequeña piscina y que daba una sombra como sólo la dá una higuera. Y hablasndo de sombras, cuando compramos esa casa el sol daba de lleno, pues acababan de podar los altos pinos y los habían dejado pelados. Entonces a mí, se me ocurrió plantar enredaderas de crecimiento rápido para tener sombra rapidamente.  Éstas crecieron a toda hostia y tuve que hacer un emparrado, bueno un emparrado por llamarle de alguna manera, pero bueno, el resultado fué magnífico y quedó un sombrajo maravilloso, lleno de flores de colores, de aromas y de juegos de sol y sombras. Éste sombrajo tenía una buena variedad de enredaderas y sólo me acuerdo de alguna de ellas: un jazmín, una madreselva, dos buganvillas y otra que daba flores en forma de trompeta. Si ahora hiciera un escudo de armas, lo primera que aparecería sería el sombrajo de Cádiz.

 Bueno ahora por diversas circunstancias que, por supuesto, no voy a explicar, la casa ha dejado de ser mía y mi casa ahora es la casa de Menorca. Ésta casa no tiene jardín, pero si tiene dos puntos fuertes: la sala de estar y la cocina. La casa es grande, mejor dicha inmensa y por ella yo me deslizo delimitando mi terreno o parcela. He llamado a los de Costas, para que me ayudaran a demarcar mi parcela dentro de la casa y al final me he quedado con la cocina, un estudio, el comedor, la sala de estar, el sótano, donde está el billar, y con una habitación y lo demás lo tengo clausurado, lo tengo clausurado hasta nuevo aviso. Y como veis aún así, me puedo perder yo sólo dentro de mi parcela, que a su vez está dentro de mi casa de Menorca. Así, que ahora me voy sin más a mi cocina menorquina, que tengo un hambre que me muero. Hasta otra.

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JULIO CORTÁZAR