MÁQUINAS (Relato)

   Hace unos días se me jodió el calentador y lo primero que hice fué pelearme con él. Me puse a revisar sus entrañas y cuando me dí cuenta no tenía puta idea de lo que podía ser su avería. Éste es un calentador de última generación, es una mierda pinchada a un palo, eso es lo que es. Que rabia me dió ver que no reconocía un calentador por dentro y es que además no podía tocar nada, ya que éste engendro es de clase A, es un Junker de alta gama. Y ya sabemos de que palo van los de las altas gamas, que nadie les toque hasta que venga un supertécnico de la casa y éste gicho (tío) si ve que alguien metió su manaza, ya se jodió el invento. Así que me quedé con las ganas de fuchicar y remover sus tripas. Al día siguiente vino el técnico de la casa, el listillo de turno y después de un simple vistazo y apenas tocar nada, concluyó que con seguridad el fallo estaba en la cebolleta de la bombona de butano. Cambió la cebolleta y me clavó lo pertinente, que aún estando en garantía te cobra su exquisita y cualificada mano de obra, al doble de lo que cobro yo la hora, ni más ni menos. Pero es que un calentador vale más que una persona, pues yo toco a personas y las toco a fondo y digo en mi trabajo, aclaro.

                El tío se fué tan contento y yo me quedé mirando al calentador con aire amenazante y profesando para mis adentros el odio que le tenía. Resulta que al día siguiente se volvió a joder el calentador y me quedé más que jodido, de nuevo a ducharme en agua fría, pero a la vez me quedé contento, pues tendría que volver el listillo a arreglar la desfeita que había causado. Pero antes me vengué un poco del futurista calentador y va y le metí mano, empecé a probar llaves, a calcular presiones, a aumentar el volumen de agua, etc... y nada de nada, fracaso estrepitoso. Pero al cabo de unas horas y como yo no me había rendido, volví al ataque y de nuevo le metí mano. Al cabo de un rato pude comprobar que si a un botó lo mantenía todo el tiempo apretado, aquél cacharro funcionaba. Loco de contento me fuí a por un trozo de cartón que doblé pertinentemente  e hice una cuña manual con él, para conseguir tener el botón siempre apretado. Después contemplé mi gran obra y me dije a mi mismo, ahora si que es un calentador de verdad, un calentador con chapuza incorporada. A partir de aquí ya le cogí cariño a mi calentador pues lleva mi sello puesto, la chapuza de un chapuzas.

              Cuando venga el crack, le quitaré el cartón y no le daré ni una sóla pista, que se coma el coco un mucho. Si al final el listillo descubre que es el botón ese y lo repara, pues mejor, pero cuando se vaya volveré a poner el trozo de cartón en el botón, así reconoceré a mi calentador chapucero. Esto mismo que yo me quejo, se quejan tantos y de tantas cosas. Algunos hablan y con toda la razón que los coches no son como los de antes, que para su arreglo no requieren que el mecánico se coma el coco, ni que tenga destreza, ni por supuesto que sepa de mecánica, sólo con enchufar el coche al ordenador, sólo con eso, ya está localizada la avería. Claro que la mayor destreza que demuestra el mecánico es al enchufar el cable, que debe ser superdifícil, pues te lo cobran como si se jugara la vida en ello.

              Y las televisiones, que antes tenían un culo que te cagas, aparatosos eran y bien pesadas. Las de ahora están estilizadas y son como láminas y ligeras casi como una pluma. Antes ante una avería, tú primera actuación, la visceral que se llama, era darle una buena hostia, una hostia para espabilarla, una hostia que hacía temblar la casa y ella aguantaba el envite e incluso a veces era la solución del problema. A las nuevas teles, no puedes ni soplarle, pues son tan delicadas, que le jodes el puerto USB o el sofware o la memoria electromagnética o cualquier pijada de las de ahora. Y las de plasma ya deben ser la hostia, pues el puto líquido que llevan dentro, las hace aún más pejigueras.

                Y los tocatas, y los móviles y las lavadoras con sus 50.000 programas y los ordenadores y sus torres o no torres, y..., y....,y.... todo lo que nos rodea......¡ Que ganas me entran de destriparlo todo !.

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JULIO CORTÁZAR