DESAYUNO DOMINGUERO (Microrelato)

Hoy es domingo, el primer domingo de Junio y parece que el tiempo empieza a responder y va mostrando sus mejores galas. Un poco ventoso, pero el sol reluce espléndidamente y un día así es para celebrarlo, y ahora si que empiezo a tener la sensación de estar en primavera. La mañana transcurrió como mucha mañanas domingueras: quedé a desayunar con un amigo, compré la prensa y entre la charla, los cafés y la lectura ya estamos en la 13 y 20. Por el medio, las campanas de la Iglesia llamando a que el rebaño se recoja en su Iglesia, como todos los domingos, y en éste pueblo hoy, se celebra la invasión inglesa. Para ello ponen cuatro  tíos uniformados a desfilar por el pueblo y al final se juntan en medio de la plaza del pueblo y dan un cañonazo, que bonito y que alegría pal cuerpo. Lo primero es celebrar que te hayan invadido, eso si que es tener clase y después que la juerga es una pasada, un desfile de cuatro colgados con un uniforme más que raído y un sólo cañonazo. Y en eso consiste la celebración, claro que entre el concejal de festejos no dá para mucho y los cuatro ingleses que desfilaban que iban pensando donde estaba el bebedero de cerveza más cercano, pues entre todos así quedó de bien éste alegre y desbordante festejo. ¡qué pasada!.

                                 Por lo menos, mi amigo y yo fuimos a desayunar a un sitio nuevo y en que su aliciente es que sea nuevo y que tenga un patio. Me encantan los patios, las patios de una casa, de una cafetería o de lo que sea. Aire libre entre cuatro paredes, pero que con dos plantas ornamentales, y bien encalado y éste aún encima tenía un antiguo pozo, pues que todo resulta más entrañable y como los dos somos fumadores, aquí ya viene el criterio pragmático, que los dos pudimos fumar tranquilamente. Hoy en día poder desayunar y después la charla con un cigarro en la boca, ya es el nova más de la pelicula. Por último como buen marujo que soy, empecé a pensar en hacer la comida, para mí y mis tres retoños. Antes tuve que coser al perro una herida de guerra, producto de un buen bocado de otro perro enemigo y ahora escribo mientras la comida se está haciendo y aún me queda leer a fondo la prensa dominical. Como veis el domingo dá para mucho y más que podía dar si no estuviéramos en tiempos de crisis.

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JULIO CORTÁZAR