No pongais una lápida en mi tumba,poned una cruz de hierro,
y un jarrón de flores recién cortadas,
y un vaso de agua,
cerca de mi boca seca,
y sólo ponerlo, por si acaso,
por si acaso, en la otra vida,
hay desiertos entre los valles y las montañas,
o por si la lluvia es ácida,
y los acuíferos supuran ácido clohídrico,
y como broche final,
cantadme un aleluya a la luz de la luna,
y bailar como posesos,
y hacedlo hasta las primeras luces del alba.
Y por favor, bailad sobre mi tumba,
regocijaos en mi despedida,
emborracharos de sentimientos,
y sobre todo enterneceros,
pues, la ternura fué mi lema en la vida,
y la ternura es la herencia que os dejo,
y os dejo nada más, que esa palabra,
pero la lego con condiciones,
y si se habla de ella,
se hablará mostrándole respecto,
y el que quiera ser irreverente,
mejor que ni se acerque,
yo soy capaz de resucitar,
e irle directamente a su yugular.
Sobre mi tumba,
podreis comer, cenar y bailar un tango,
y si quereis aprovechar el calor de mis huesos,
hasta podeis dormir sobre ella,
pero sólo os pido una cosa,
que al iros dejeis plantado un jardín,
un pequeño y coqueto jardín,
que tenga geranios y azucenas,
hortensias y buganvillas,
tulipanes y jazmines,
y una madreselva que trepe la cruz de hierro,
y sobre mis pies una mata de rododendros,
que tengan la esencia del azahar y de la hierbabuena.
Después, por fin,
ya podeis dejarme descansar en paz,
no sin antes,
darme un beso a la altura de mi boca,
y dejar que el telón simplemente caiga,
un telón negro y lleno de plovo de estrellas,
ese mismo que me va a servir de abrigo,
para pasar las noches frías en la otra vida.
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