Dudas, me sobran,
certezas, las que hay,
necesidades, las justas y necesarias,
objetivos, dispersos y a veces perdidos,
luchas, a muerte y sin supervivientes,
éste es mi parte de guerra del día a día,
mi desayuno, mi almuerzo,
y mi postre de cada comida.
Mi guerra preferida, la de los cien días,
mi pena más dolida, perderte al mediodía,
mi estimulo más brutal, salir a la luz del día,
y ¿mis nubes y mis tormentas?,
¿que sería de mi, sin ellas?,
mis nubes de algodón tostado,
mis tormentas de mar y viento,
mis alientos, mis sustentos,
mis estímulos eléctricos,
y ¿tú donde estás?, que ya no te veo,
te fuiste sin mirar atrás,
y ni siquiera un adiós salió por tú boca,
o un yo te quise y ahora no puedo,
y sí, si dime algo que me compense,
y que me calme éste dolor aún candente.
Acuérdate de aquél día,
y no sé si era de noche o de día,
pero el viento rugía,
y el mar enseñaba sus dientes de plata,
y llovía, sí que llovía,
llovía tanto que hasta íbamos en barco,
y tus lágrimas y las mías,
y esa mano tendida al aire,
y que a merced de la marea,
por fin y para siempre se alejó de la mía.

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