LA CLANDESTINIDAD - Parte IX y última

          Después de salir de chirona, me tuve que dar un paseo por Vigo, para recibir la enhorabuena de parte de mis padres, !estaban locos de contentos!. Lógicamente, me cayó la del pulpo y me amenazaron que a lo mejor tenía que dejar la Facultad. Esta amenaza se fue diluyendo y  llegué de nuevo a Santiago, no me recibieron en manifestación, pues estaban prohibidas, pero en seguida noté que algo había cambiado. Por las miradas, por lo que había detrás de ellas, por como te oían y te escuchaban, por como asentían a todo lo que dijeras, era un pequeño dios en la tierra, eras un héroe revolucionario, un héroe que no había cantado, que había pasado por encima de la tortura,...etc... etc. Todo esto y más era a sus ojos y allí estaba como uno más, sólo que ellos, te ponían en un altar. Como me gustaría explicarle a todos, que yo no era un héroe de nada, que yo no había cantado, no por los demás, ni tan siquiera por la revolución, !que va!, lo había hecho por mi, sólo por mi, por mi ombligo, por salvarme yo, sólo yo y nadie más. Que yo había sopesado todo, que cantar sería como cavar mi propia tumba, que sólo era eso, que no había más, pero como hacerlo, si en aquellos tiempos era imposible...

                    Menos mal, que dios existe y me echó un cabo. Pues los acontecimientos anunciaron la muerte de Franco. Para mi fue un doble alivio, por un lado se desviaba la atención hacia ese evento y por otro era un motivo de celebración y alegría. Esa noche Santiago se tiñó de fiesta, corrió el vino, el champán, los abrazos y las risas. Los días siguientes, siguió la fiesta, pero más moderada. El activismo político si que no paraba, asambleas, manifestaciones, panfletos y pintadas, todo era febril de noche y de día. Fueron tiempos dulces, de comerse el mundo, de replantearse todo, de disfrutar de los pequeños momentos, de correr todo el día, de dormirse sobre los panfletos y también como no, de "transición política", así le llamaron, a aquel contubernio de negociaciones en las altas esferas. Esta transición iba a una marcha diferente a nuestros objetivos y esperanzas, lo nuestro eran ideales descarnados y cargados de utopías y deseos.

                Claro que llegó un momento, siempre llega, en que estos dos mundos se encontraron y  chocaron y ahí sí, si que se nos cayó el palio, los deseos se nos escaparon entre los dedos, la utopía se fue de vacaciones al Caribe y al final, no quedó casi nada, algo sí, pero muy poco. Tanto luchar por llegar a la cima, pensar que estuvimos tan cerca de ella y resulta que al final, ni tan siquiera nos habíamos subido a su primera piedra.

                Pero ésta fue una conclusión a posteriori. Mientras tanto, disfrutamos como cosacos, vivir al día era nuestra consigna, disfrutar de cada instante era nuestra meta y comerse el coco en aquellos momentos, no entraba en los planes de nadie.Y fin de mi ciclo clandestino.

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JULIO CORTÁZAR