LA PRIMERA "QUEIMADA"

Hoy me debato entre dos cosas, no sé si cogerme un cebollón y de los buenos o sea de llegar a gatas a casa y así ya ha pasado el día o dejar que el día pase sin más. Lo de llegar a gatas me recuerda mi primera borrachera, allá de cuando tenía 14 años. Fue de "Queimada", ya sabéis orujo o aguardiente quemado y con abundante azúcar. Dicen que el azúcar es para que se queme el orujo, pero yo lo dudo, pues ese mismo azúcar bien mojado en el líquido elemento, se hace una película de caramelo que se pega como una lapa a tú estómago y ya nunca más se quita, se convierte en una nueva Mucosa.

Lo mejor de todo, es que mis padres lógicamente me castigaron, pero me castigaron una semana sin salir y ¡un mes sin tomar vino!. Si señores dije vino. Bueno de aquellas el vino de casa era de casa o sea echo con nuestras propias manos y era bueno por ser natural, pero flojo como vino y también flojo de grados. Pero bueno seguía siendo vino y por tanto también subía y colocaba. Pues a ese mismo vino en mi casa se le consideraba mejor que el agua, que el agua lleva cloro, ¡coño!.

Bueno pues ese orujo entró en mi médula ósea  y impregnó mi cerebro y en concreto mi lóbulo Frontal y eso estimuló el centro del vómito y durante años, su solo olor me produjo arcadas. Y yo sé que el culpable no fue el orujo, fui yo que me bebí la Queimada como si fuera una botella de agua. Más tarde me pasó lo mismo con otras bebidas alcohólicas dulces, como el asqueroso Anís del Mono o aquel brebaje que se llamaba Marie Brizard o con el dulzón Cointreau, todos me dejaron su sello pringoso en la boca de mi estómago.

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JULIO CORTÁZAR