Bueno,
ya está todo preparado, ya me he enfundado en mi traje negro de
deporte. No sé porque me gusta tanto el color negro. Mi coche es
negro pero porque así venía y no quedaba otro remedio, en los
coches me gusta más el rojo sangre viva y reluciente. Pero de toda
la vida me gustaron las chupas negras de cuero o sin ser de cuero, el
negro amenazante de las tormentas, el negro del otro lado, el lado
negro, el lado oscuro y la cara oculta de la luna. A oscuras no, a
oscuras no me gusta estar y supongo que será por eso de los miedos
ancestrales.
Pero
lo que si es verdad es que todo lo negro llama mi atención. El
riguroso luto de negro impoluto, me gusta y siempre me gustó, aunque
reconozco que es una pasada tirando a oscurantista. Es una especie de
atracción fatal, pues el negro de la oscuridad me da miedo,
pero al mismo tiempo me llama o me atrae. Y además el negro sirve de
contraste, pues no hay color más allá del negro y entonces cuando
ves todo negro, una simple claridad sobre un fondo negro es un rayo
de vida.
En
blanco y negro, a mi gustaría vivir en blanco y negro y con toda su
gama de contrastes y tonos, desde el gris oscuro al gris claro y
desde el blanco roto al blanco rasgado. La vida sin colores, total
¿de que valen los colores?, valen para hacer arcos iris tirando a
jipi. Igual que me gustan las películas en blanco y negro, juegan
mejor con las luces y las sombras, además ¡que remedio les queda!.
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