EL EGO

 A veces hay discusiones que llegan a un punto sin retorno, sin vuelta de hoja o sin marcha atrás y en donde el que se siente acorralado o medio vencido y por falta de argumentos, da un salto mortal hacia delante y empieza a dar golpes bajos. De esa manera intenta desmontar tus argumentos y para ello acude a dar en la zona más sensible que tenemos, que no son los huevos (que en última instancia, también), es el EGO. En ese momento ya pasa de los argumentos y sólo le vale desprestigiarte cara a los demás y que en ti asomen las dudas.

El EGO, el Ego es como el esqueleto que nos mantiene como personas, sin Ego no hay nada, sólo habrá sombras y dudas. Claro que como pasa en todo, su exceso es contraproducente o debía de serlo. Pero es que pasa una cosa, yo sin EGO ¿qué sería?, porque si yo no quiero a mi mismo, ¿quién me va querer?. Claro que cuando las discusiones adquieren esos tintes ya se convierten en una lucha de haber quién hace más daño. Es como decirlo de otra forma, es empezar la guerra sucia.

Por ejemplo yo lanzo misiles a tú Ego y haber si acierto y para ello entro en asuntos personales, hablo de si alguna vez fuiste coherente, de si vas de buen tío y en realidad eres un falso, de que aparentas lo que no eres, de que has mentido un montón de veces, en fin, lanzo una serie de misiles que van dirigidos al meollo de tú Ego. Y alguno y eso seguro, que dará en la diana, pues somos humanos y por tanto tenemos nuestros fallos. Pero enfrente está la otra persona, que si es ágil y rápida en éste tema, te los devolverá con creces. Pero mal asunto cuando se llega a éste punto, porque la discusión ya ha degenerado a una pelea de gallitos.

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JULIO CORTÁZAR