Sabéis que pasa,...que he visto imágenes de las masivas fiestas de San Joan de Ciutadella (al otro extremo de mi Isla, a 40 kilómetros) y no sabéis como me alegro, como me alegro de no haber ido. Bueno sí, un poco de envidia y quizá fue una envidia antigua, de cuando yo era medio jibia y me gustaba ir de marcha loca y borracha. Una envidia ancestral que se llama y es ancestral porque era la de otro Bruno y no del que soy ahora y que no sé, si será mejor o peor que el de antes, porque no se trata de eso, no se trata de jugar a hacer comparativas y se trata, de que aquél Bruno tenía sus cosas buenas y malas y que al Bruno de ahora le pasa lo mismo, tiene cosas cojonudas y en cambio otras, son una mierda pinchada en un palo. El ying yang de cada etapa y de cada momento.
Bueno, pero al Bruno de ahora no le gustan los actos festivos y por masificados y por ser demasiado borrachos. Curioso eh!!, antes estaría en primera fila y gritando y chillando como un condenado y por supuesto, inclinando la botella hasta que no quedara ni una gota del líquido elemento...y ahora en cambio, simplemente no estaría, porque hasta la retaguardia estaría petada de gente con sus sudores y alientos de alcohol volátil. Ahora cultivo la soledad, pero no por nada, sino porque no me queda otro remedio y por el dicho de siempre: más vale estar sólo que mal acompañado.
Claro que también pienso en el día después y no sabéis como aumenta mi alegría. Y es que sin el peso de las resacas se vive más que bien, se vive cojonudo. Primero, porque ahora las resacas duran tres o cuatro días. Segundo, porque en estado de resaca me he cogido mis peores depresiones. Tercero, porque te ahorras esas terribles visiones mañaneras y donde te dabas cuenta y de sopetón, que te habías acostado con tu peor enemiga...pero ¡coño! si yo la odiaba, si me caía fatal y no sé muy bien como describirlo, pero de repente se te venía el mundo abajo y era como un hachazo en medio de tu cerebro y entre el dolor de cabeza, la boca como una alpargata, el alma destrozada, no quedaba nada de aquél Bruno...era como el vacío de un precipicio.
Bueno, pero al Bruno de ahora no le gustan los actos festivos y por masificados y por ser demasiado borrachos. Curioso eh!!, antes estaría en primera fila y gritando y chillando como un condenado y por supuesto, inclinando la botella hasta que no quedara ni una gota del líquido elemento...y ahora en cambio, simplemente no estaría, porque hasta la retaguardia estaría petada de gente con sus sudores y alientos de alcohol volátil. Ahora cultivo la soledad, pero no por nada, sino porque no me queda otro remedio y por el dicho de siempre: más vale estar sólo que mal acompañado.
Claro que también pienso en el día después y no sabéis como aumenta mi alegría. Y es que sin el peso de las resacas se vive más que bien, se vive cojonudo. Primero, porque ahora las resacas duran tres o cuatro días. Segundo, porque en estado de resaca me he cogido mis peores depresiones. Tercero, porque te ahorras esas terribles visiones mañaneras y donde te dabas cuenta y de sopetón, que te habías acostado con tu peor enemiga...pero ¡coño! si yo la odiaba, si me caía fatal y no sé muy bien como describirlo, pero de repente se te venía el mundo abajo y era como un hachazo en medio de tu cerebro y entre el dolor de cabeza, la boca como una alpargata, el alma destrozada, no quedaba nada de aquél Bruno...era como el vacío de un precipicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario