UN ROBOT

En el fondo me gustaría ser un puto robot de mierda: programado para el día a día y sólo para eso. ¿Y que tengo que hacer hoy?, pues todo esto y en éste orden y a que hora y en que sitio tengo que estar y como debo ir vestido. Total lo fundamental es eso, es la supervivencia del día a día. Y  fuera todas las mierdas sensibleras y tener anuladas todo el mundo las sensaciones ¿total de que nos sirven?. Lo humano, fuera y lo inhumano, también. Yo quiero tener una sensibilidad metálica y que suene a movimiento de engranajes de tornillos, porque me gusta sentirme metálico y poderoso, con paso firme y contundente, con ese brillo que tiene el metal cuando se calienta demasiado y por el calor que hace.

Pero para mi desgracia sigo siendo humano, intento metalizar mis pensamientos y ponerles un barniz bonito a mis sentimientos, pero la procesión va por dentro y me carcome poquito a poco. Intento agarrarme a lo que puedo, tengo y me queda, es decir me agarro a las pequeñas cosas de mi vida: mis hijos, mis plantas, mi casa, mi trabajo, mi viaje...en fin, a lo que me ha quedado o lo que aún sigue conmigo y quiero que noten que yo les presto toda mi atención. Que me sientan, que me necesiten, que me añoren, que me quieran.

Digamos que estoy en un punto de la película, sumamente delicado, estoy frágil y quebradizo, ahora que nadie se equivoque, mi fragilidad no es de cristal de Bohemia, es dura y sólida y a cada golpe se hace más dura. Es como si ha medida que me destruyen, yo y como voy con un paso por delante, me reconstruyera mucho más rápido, como si a cada hostia que recibo, le encontrara más su gusto. Hace mucho tiempo que me aplico éste ungüento y cuando me quemo o me hacen daño físico, yo siempre digo: ¡Ay que gusto!. Y funciona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR