CLARIDAD

Uy¡¡¡¡, ¡que poco produzco estos días!, digo, escribiendo...pero es que me siento delante del ordenador y me entran unas ganas de fumar alucinantes. Por eso estos días selecciono el objetivo y me quedo con el tema de dejar de fumar y a costa de lo que sea y de quién sea. Mirar, hoy es mi séptimo día libre de humo y como ya veis, ya puedo escribir un rato. Lo que quiero decir, es que si ahora me entraran unas ganas locas por fumar, dejaría de inmediato la escritura y no sé, me iría a dar una vuelta. Es que tengo  que ser muy claro en éste asunto y si mi meta es dejar de fumar la cumpliré a rajatabla. ¡Joder! para cabezota yo y también mis carnes, mis huesos y sobre todo, mis neuronas. Sí, mi problema es que las cosas entren en mi cabeza, porque una vez que entran se cumplen por las buenas o por las malas.

Como también se dice, en esto soy drástico y pragmático y más ahora, que ya he cumplido los 60 años. Como le decía el otro día a mi profe de escritura (que me encanta), tengo 60 años y no estoy para perder el tiempo, el tiempo es oro de 24 quilates y por eso mismo le pedí matricularme a la vez en otro curso o sea, hacer dos cursos de escritura a la vez, uno en el que estoy y otro más avanzado y ya veremos el resultado. Total ¿qué puedo perder?, puedo perder nada y en cambio, puedo ganar mucho y sino queda el consuelo de siempre: "una retirada a tiempo es una victoria".

Yo es que ahora, me atrevo a todo o a casi todo y sería más fácil de explicar a lo que no me atrevo....pero que tampoco resulta tan fácil de explicar. ¿A qué no me atrevo? y vayamos a algo concreto...no sé, puede que no me atreva a hablar con toda mi claridad o sea, que hable mucho más claro que antes (eso es verdad), pero puede que me falte algo más de claridad...porque siempre hay que pedir y pedirte más, claro que después vienen las corrientes filosóficas que defienden que te pienses las cosas dos veces, que seas empático y simpático, que sopeses, que temples, que valores y al final, toda esa inicial claridad se queda en agua de borrajas.

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JULIO CORTÁZAR