PUES RESULTA...

Pues resulta...resulta...que hoy le he metido caña a la casa y esto empieza a coger buena pinta. Hoy mi reflexión del día habla sobre la violencia. ¿Hasta que punto es necesaria la violencia para conseguir un fin?. Esto es como lo de la Tortura, que si le das un mínimo respiro acabas admitiendo la necesidad de la tortura o por lo menos de alguna tortura. Pues, ni violencia, ni tortura y no a la violencia verbal y menos la física. Los Yanquis son especialistas en meterte por los ojos la violencia y la tortura. Vengarse, armarse hasta los dientes, atentados, asesinatos, justicia relativa, policía un tanto inoperativa ( y no me extraña, ante tanto pirado armado) y todo esto bien mezclado y la pantalla se llena de sangre. 

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Hoy me declaro inoperativo y disfuncional. Hoy no funciono como toca y mis pensamientos están cubiertos de ácido corrosivo y letal. En fin, me siento violento y con ganas de salir a la calle y partirle la cara al primero que pase. Como veis disfunciono bastante, primero digo una cosa y después, hago la otra. Esto que me pasa es como la disfunción eréctil, esa otra disfunción que cada día voy conociendo en persona.

En realidad disfuncionamos todos, unos mucho, otros poco, pero todos tenemos algo de disfunción (y no me refiero a la eréctil). Es que hay cosas que no cuadran y que al final, no encajan. Yo miro a mi alrededor y la gente de mi edad está toda loca por querer ser abuelo o abuela. Con 63 años creo que es lo que toca (o eso pone nuestro libro de funciones, hablo del libro oficial). Pues Yo no sé que me pasa... que voy del revés, voy anacrónico, voy como los Cangrejos andando hacia atrás y lo último que me apetece es tener un nieto o una nieta. ¡Oye! que tampoco prefiero un Perro o un Gato, porque en realidad no prefiero nada, prefiero la nada del silencio, el aburrimiento de las tardes de verano, la siesta bautizada y si puede ser que sea con un polvete. Vamos a ver, yo no quiero animales de compañía, tampoco quiero personas de compañía, no quiero ser abuelo de nadie, me apetece pasear solo, leer y jugar en mi casa, escribir bajo mis hermosas sombras (las que tengo y las que me invento) y disfuncionar mucho. Algunos a esto último le llaman decir gilipolleces, pues nada, que me apunto, que me encanta ser un gilipollas.

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JULIO CORTÁZAR