COMO MAL GALLEGO QUE SOY...


 Como buen gallego fuera de su tierra que debería ser, tendría que estar casi llorando por no poder estar allí en mi terruño, pero no es así y porque en realidad podría visitarlo (pero eso sí, visitarlo y punto) varias veces al año. Vivir de momento no, aunque quién sabe si una vez jubilado y retirado del trabajo productivo, me dará por irme a vivir allí. De momento mi futuro inmediato sigue estando en ésta Isla. Como mal gallego que en realidad soy, no entiendo a esos otros gallegos que hablan de "orgullo gallego" y para muestra un botón... y venga a enseñar fotos de puta comida y en una abundancia que resulta ser un tanto grotesca y guarra y de tales cantidades pantagruélicas resulta ser bestial y aterradora. Que si Lacón tamaño gigante con cuatro grelos perdidos (el verde aparece en pequeñas cantidades), que si carne asada en toneladas, que si a mellor tortilla de patatas tiene que ser inmensa, que si pulpo a la feira para una legión entera, que si empanada de todo tipo para un millón de tipos y todo ello en platos desbordados y rebosantes de comida. Y vamos a ver, una cosa es el hambre y otra son las ganas de comer, pues lo que a mi me pasa es que ante éstas demostraciones de comida abundante y siempre apabullantes, me quitan los ganas de comer.


 Yo entiendo que en Galicia tenemos materia prima fabulosa respeto del tema, comer (sobre todo, carnes, pescados y mariscos) pero el tema de esa exagerada abundancia ya resulta algo grotesca y nauseabunda. Menos... señores, los platos menos llenos. Orgullo gallego y flas un plato de cerdo haciendo montaña sobre un plato todo desangelado (esa es otra, la estética espartana y porque lo único que importa, es la sagrada comida). Yo soy de los que pienso que para reivindicar lo tuyo, no hace falta nadar en la abundancia rozando lo desagradable. Es como aquella antigua amiga que para reivindicar lo más profundo e insondable del campo gallego, decía que le encantaba el olor de los meados y de la mierda de vaca. Bueno, yo me lo tomaba como un asunto patológico cercano a lo enfermizo y tal y como si le pudiera gustar el intenso y desagradable olor de las cloacas o el escuchar como grita un cerdo cuando va a ser acuchillado en el momento de su penosa matanza.

Yo no debo ser muy gallego, pues me gusta que los platos me los presenten con vacíos y para yo tener la opción de llenarlos más con mi imaginario, de poder añadirles otro ingrediente que le falta o de simplemente jugar con el vacío de la nada y poder quedarme con cierta sensación de hambre y para así, poder disfrutar de otro plato más liviano o para pasarme directamente al postre (me encantan los postres). Comer bien no significa que te tenga que salir la comida por las Orejas o el quedarte digiriendo como una Boa constrictor. Sí, ya sé el tema del puto clima y como en Galicia hace más frío... es necesario más poder calorífico, pero por esa misma teoría o regla de tres...el finlandés o sueco para quedarse satisfechos, se tendrían que comer focas enteras como simples mandarinas y después, escupir sus muelas y huesos. Y mira que yo tiendo a la abundancia en los platos que sirvo y porque se me escapa la mano...pero de ahí a ver esos platos de carne, grasa y colesterol hasta los topes, hay todo un mundo por el medio. Tampoco debo ser muy gallego en los olores, pues me gusta oler las cosas finas y agradables. Además, me encantan los aromas de las colonias más caras (por algo tiene que ser), pero eso sí, de las colonias al agua o más frescas. Es decir, huyo de los olores reconcentrados de los perfumes mareantes y despampanantes. ¿Y que os puedo contar de los aromas de los meados y cagadas de vacas?...pues os puedo decir...que ese tipo de aromas  los tengo en reserva para mi antigua amiga. ¡Y para que después digan que no soy un tío considerado!.

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JULIO CORTÁZAR