
Y llegaron los días
en que los paseos desaparecieron,
las tardes se hicieron eternamente eternas,
y en las mañanas el gallo dejó de cantar,
apenas había ruido de coches,
las voces de la calle dejaron de hablar,
los perros callejeros enmudecieron,
al gato del vecino no lo volví a ver más,
y el cielo se vistió de presagio apocalíptico,
parecía decir:
todos estáis condenados
y solo el fuego purificará
vuestras almas inmundas,
el virus que os he mandado
fue el primer aviso,
faltan las tormentas solares,
y el diluvio universal
y entonces y solo entonces,
tendremos asegurado
el silencio total y absoluto.
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