
Maldito duende
que no me deja en paz,
que insiste con el bien y con el mal,
como si él supiera lo que es una cosa o la otra,
yo en cambio sé bien que es la maldad,
y de la bondad sé bastante menos,
aunque me gusta jugar en la frontera de las cosas,
y un día tiro esta piedra
y otro día la tiro y escondo la mano,
me gusta ser y a la vez no ser,
me gustan las florecientes flores de la primavera
pero también e incluso más,
la caída de hojas caducas
que nos regala la hermosa estación otoñal,
me gustan los paisajes lunares,
un desierto,
un pequeño oasis medio perdido,
tres palmeras sueltas,
dos dromedarios comiendo hierbas,
y un hombre sediento en medio de la nieve,
me entusiasman los contrastes
y a una isla solitaria me llevaría
un libro sin apellidos,
una palmera, para que me de sombra y dátiles
y un río
un río que cruzaría la isla de cabo a rabo,
un río con un precioso puente de piedra,
de antigua piedra,
tan antigua que no me acordaría de su fecha,
yo me pongo en la isla
y tú le pones las ganas,
es sencillo,
construyes una choza
y piensas que es un castillo.
un río que cruzaría la isla de cabo a rabo,
un río con un precioso puente de piedra,
de antigua piedra,
tan antigua que no me acordaría de su fecha,
yo me pongo en la isla
y tú le pones las ganas,
es sencillo,
construyes una choza
y piensas que es un castillo.
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