Estaba escrito en tu cintura,
sobre el peralte de una curva a la izquierda de tu ombligo
cerca del precipicio que daba a tu zona más oscura,
allí entre perales y flores del infierno,
yo iba deslizando mis aturdidos dedos,
buscando la boca húmeda que emitía fuego y lava incandescente,
no sé como decirte
que mi temblor era pavor
que mis deseos eran ecos dentro de una caja de resonancia,
que la luna, mi vieja gran amiga,
iluminaba tu pelo y cerraba tus párpados,
mientras...yo te miraba...
y te aseguro que sigo mirándote
y pase lo que pase
te vuelvo asegurar,
que nunca dejaré de mirarte.

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