
La muerte de mi padre
fue un lapsus en el camino,
que apenas me dolió
y porque de aquellas
muy pocas cosas me dolían.
En cambio, la muerte de mi madre
fue liberadora para mi
y sobre todo, para ella,
estaba condenada a una silla de ruedas
y atada a un cerebro muerto y casi putrefacto,
a causa de una hemorragia cerebral masiva,
de 1 a 10 ¿cuanto tenía de vida?,
pues un 1 o como mucho un 2,
hasta su mirar era de muerto viviente,
ella postrada ante la vida
con el cuerpo flácido, dejado y retorcido sobre su eje
que si ella se viera a si misma,
seguro que pensaría
que así no merecería la pena vivir.
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