
Yo veo a esa pobre anciana encorvada,
doblada en dos imposibles mitades,
mitad retorcida sobre su propio eje
mitad herrumbre oxidada, rígida y empastada
yo la veo y me estremezco,
no puedo evitarlo...
lo mío es tratar de ver lo que ven sus ojos,
es sentir el abrir y cerrar de sus párpados viejos,
es madrugar como ella madruga cada mañana y a la hora del gallo,
es tropezar con el mismo mueble que siempre se pone por el medio,
es caer como un peso muerto hasta el último peldaño
y allí hacerte alfombra
y no acordarte de porque caíste
ni de lo que antes, fuiste.
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