Salitre
Qué efímera la fruta
su paciencia elegante
su morir oxidado
¡Cómo pudre todo lo vivo!
ablandándose y ennegreciendo
retornando al inicio protector
caricia del árbol primogénito.
Qué cínico el silencio
ante el pulso de la voz,
verdad solemne e imperiosa,
voraz e irrefutable
de la descomposición.
Qué perversas las palabras
aquellas que no acuden
por el capricho de no quererse decir,
construyen paraísos de arena
desafiando su naturaleza indomable.
Qué risueña la tarde
que en su apetito dormido,
se deja hacer
camino de la nitidez oscura
sin retorno.
La muerte es salada
como una lágrima,
en su alegría pequeña revolotea
la mariposa
así de sencillo es.
Andrea Espada

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