Lejos...
al fondo de la calle
se intuye una avenida sin coches.
De cerca se ve
que siempre puede crecer la hierba a su manera
incluso bajo la piedra más dura
y que cualquier esquina del mundo puede ser amiga
y que el tedio y el aburrimiento
es un forma de estar y de ser.
Ella, sentada sobre adoquines
con olor a gasolina
y restos de colillas.
Él, mirando displicente a la nada.
Al final
me he quedado sólo
ante el poder de ésta foto
y atrapado entre el entramado de mis penas
y mis resquemores
dando vela a mis recuerdos e historias.

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