LA CANCIÓN TRISTE DE HILL STREET


 

LA CANCIÓN TRISTE DE HILL STREET

Hay canciones que te levantan el ánimo
y te lo montan en un cohete estelar.
En cambio, hay otras,
que te meten el ánimo en un horno de fundición
y de ahí sale el ánimo en porciones
y todas con el mismo deprimente sello:
Me llamo Bruno y estoy deprimido,
y deprimido es lo mínimo,
porque como contaros que en éste mundo de dios,
hay mucho tocado del coco,
y su nivel basal de ánimo
es habitualmente el desánimo y tocando fondo.

Y como decía aquella canción triste de Hill Street,
que después no era tan triste.
Pero ver a unos pasmas en plan deprimente,
era cuando menos que chocante.

Siempre habían sido hombres valerosos
y nunca temerosos de la cólera divina,
que sí...que alguno tenía algún que otro vicio,
pero si entraban en acción
eran fornidos, rápidos y poderosos
eran perfectos armarios empotrados
pero eran resolutivos y precisos como el mejor cirujano.

Hasta había alguno más
que tenía apuntado uno o tres divorcios en su cuenta vital
o le daba a la priva fuera de hora y fuera de lugar y sitio
o bueno, se esnifaba kilos y más kilos de fariña requisada,
pero eso eran cosas de poca monta
minudencias sin importancia para todo un defensor de la ley.

Además, ante todos estaban entregados a la causa
y su trabajo policial estaba por encima del bien y del mal,
por eso siempre nos quisieron decir subliminalmente y
descaradamente...
que casarse con un pasma es una tarea muy compleja y difícil,
que tener hijos con un pasma es demasiado complicado,
y por una regla de tres demasiado fácil:
el pasma prefiere matar al malo
que cambiarle los pañales al hijo.

Ahora bien,
estos mismos pasmas a la hora de resolver un caso,
estaban allí, de primeros
pistola en mano,
habiendo dormido apenas una hora,
llevando el trabajo a casa
y de su casa al trabajo
comiendo comida basura en el despacho cutre de la
comisaría.

Para culminar ese sacrificado del día a día
y justo antes de irse a dormir
se engullían un par de wiskis a palo seco
(sin hielo, que lo del hielo es una mariconada)
y en dos o cincuenta pelotazos seguidos
y sin toser, ni rechistar ni vomitar nada de nada.

Al día siguiente, nunca tenían resaca resaca.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR