Yo prefería ser
ese jardín de tardes otoñales,
donde todo cae
y apenas nada crece
salvo el musgo y las setas.
Me gusta ese ritmo vital
casi todo decrece
y lo que queda vivo se entumece
y al final,
se pone a volar.
Dicen que queda la memoria
y que los recuerdos de aquellos momentos
se acaban grabando
en el almacén de las mejores tardes.

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