"Afganistán para principiantes". Capítulo 8. Blog "No es Nada Personal"

 

"Afganistán para principiantes".
Capítulo 8:
Como decía Mònica Bernabé en 2o12 desde Afganistán, la imagen que Estados Unidos vendía de la realidad del país asiático desde la llegada de sus tropas era pura ficción. “Ni se había instaurado una democracia, ni las mujeres tenían derechos, ni el ejército afgano tenía capacidad para frenar el avance de los talibanes”. (La misma periodista que, habiendo vivido ocho años en Afganistán, recientemente escribía: “Aquello que decía ha quedado demostrado en los últimos días. No es que yo fuera una visionaria, sino que viviendo allí resultaba evidente que el país no se aguantaba por ninguna parte”).
A finales de los años 2ooo, los talibanes recuperaban fuerzas. Ganaban terreno y las bajas de soldados extranjeros crecían por días. Los cooperantes también eran objetivo de sus ataques, acusados a menudo de ser “espías”. Las minas hacían del día a día una lotería y los atentados suicidas se repetían todas las semanas. En ese contexto, diez años después de haber empezado la invasión de Afganistán bajo la premisa, entre otras, de “capturar al autor intelectual de los atentados del 11-S en Nueva York”, Estados Unidos anunciaba al Mundo en 2o11 – con Obama ya como presidente - que había encontrado a Osama Bin Laden. En Pakistán. Lo capturaron, lo mataron y, sin hacer fotos ni vídeos, como dijo en rueda de prensa uno de los asesores del Gobierno, “lo lanzaron al mar de Arabia a las 24 horas de fallecer, respetando las tradiciones islámicas”. Oír para creer. El enemigo público número uno y le respetan sus costumbres. Las mismas “tradiciones islámicas” que dicen que los cuerpos hay que enterrarlos en tierra firme, sin ataúd, envueltos en una tela blanca y con la cabeza orientada hacia la Meca.
En 2o13, con la democracia oficialmente instaurada y con Bin Laden oficialmente muerto, viendo cómo evolucionaba la realidad de la invasión y del país, la mayoría de las tropas internacionales empezaron a retirarse de Afganistán. De tener casi 150.000 soldados se pasó a tener apenas 12.000. Se cedía así, poco a poco, el control del país a las fuerzas de seguridad afganas como si, volviendo a Bernabé, “lo único que garantizara la estabilidad de un país fuera tener un ejército fuerte y no contar con un poder ejecutivo, parlamentario y judicial efectivos”

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JULIO CORTÁZAR