Olvidemos con generosidad
a los que por una razón u otra
nos dejaron de amar.
Dejémosles en el sitio más apartado y oscuro de nuestra memoria
justo al lado del olvido de caducas hojas
y lo más cerca de la ventana abierta
así puede que algún día
en que sople viento del norte
espero que se lleve,
con sus dedos de aire y fuego,
ese pedazo de amor absurdo
que a veces te comprime como un tumor en expansión.

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