INCOMPRENDIDOS


Y aunque en realidad no me comprenda ni mi propia sombra, no me siento un incomprendido y porque del concepto de la comprensión como tal, ya pasé hace algún tiempo. Y es que si me comprenden ¿qué pasa?, ¿qué me van a comprender mejor? o ¿qué me van a acompañar más en mis sentimientos y pensamientos? y yo te comprendo tío y mira por donde a mi pasó una cosa parecida y bla, bla, blá...y al final, te cae un puto chaparrón de datos y de quebraderos de cabeza que son muy suyos y todo porque resulta que el menda se sintió solidario, y eso ¿compensa?. Para mi no, para mi no compensa y porque ya me llega con aguantar mis propios rollos. Por lo menos, debería de haber algún hilo invisible que a los dos nos una.
Y es mejor que no me comprendan y que me vean como un pobre loco de mierda, como un don nadie más, como un poquita cosa y como un grano en el culo que solo molesta, eso sí y puestos a molestar, tengo que decir que soy el puto amo. Porque molestar me gusta y me gusta molestar a todos los cretinos que piensan que ellos no molestan o sea, que piensan que no molestan por su silencio que no es silencio de verdad o por su presunta invisibilidad, pero así no es, pues a mi molesta su falsa solidaridad, su compresión caritativa y además, para eso están las sectas, para que se metan en una de ellas y dejen de dar por culo a los demás.
Como veis no soporto la caridad humana y el pobrecito de mi y por eso, hay y eso hago, utilizar armas que hacen mucho daño y aunque no te guste utilizarlas, tendrás que hacerlo y ese arma se llama: desprecio. Y el desprecio puede y debe ser sin palabras y su mejor ejemplo es la ignorancia, la ignorancia que le haces a un pobrecito de mi y porque le pica su puto ombligo y aquí no hay empatía que valga, porque yo no puedo ser empático con alguien que me resulte grimoso y baboso. Y es que si pongo en la balanza los que son empáticos conmigo y yo con ellos, me sobran los dedos de una mano y prefiero que así sea, pues en la batalla diaria somos como una puta guerrilla que ataca a pequeños mordiscos o a pequeños pellizcos y todo con el fin de ser cuatro pringados que tenemos el honor de sentirnos personas humanas.

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JULIO CORTÁZAR