Con lejía todo se limpia.
Eso decía el anuncio con luces de neón.
Hasta mis manos se descaman
por tanto fuego amigo y enemigo
y por tanta lejía derramada
sobre esta vieja casa de piedra.
No me gustan los niños soldado
ni las minas personales.
No me gustan las guerras fraticidas
ni las que se encargan de lejos en el menú del día
y para servir en el domicilio del más pobre.
No quiero guerra
y tampoco quiero violencia
explotación o miseria.
Me gustaría ser pacifista
y estar completamente convencido de ello,
pero nada más salir de casa
me pasa rozando una moto
y me salió un grito de las profundidades del alma
y si llego a tener una metralleta en mis manos
coso al tío de babor a estribor.
Y os puedo jurar y así lo digo
¡qué no me arrepentiría de ello!.

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