No soporto las palabras afiladas y oxidadas.
No soporto las palabras que primero te hieren
y después te estallan como granadas en el cielo de la boca.
No soporto las palabras que no parecen nada
que se cubren de un suave velo de terciopelo,
pero que en realidad son dardos envenenados
que se clavan en el alma y en las entrañas
y que por fin... te matan.
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