El destino estaba escrito
en esas páginas en blanco.
El destino corría de tu mano,
y en aquél verano de azul y niebla,
nos despertamos sobre la arena,
abrimos los ojos y nos miramos,
hicimos el amor hasta casi el desmayo,
hablamos de nuestra luna llena,
soñamos el mismo sueño...
el que siempre hablaba de aquella noche de verano.
Nos acariciamos tanto que nos hicimos traslúcidos,
y aquella noche,
el suave viento del norte
nos envolvió como una crisálida,
fuimos durante ese tiempo,
parte de la curvatura del espacio,
un instante de equinoccio de verano,
y parte de un rayo de fuego lanzado a través de nuestras manos,
fuimos tanto y tan ardientes,
que hasta nos fundimos los dos en uno sólo.

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