No pretendo que os pongáis a saltar conmigo, solo faltaría. Primero, porque saltando soy demasiado malo. Segundo, no entiendo porque tengo que saltar. Y tercero, no me gusta saltar acompañado, prefiero saltar en soledad y sin ritmo marcado y hasta que mis muelles me digan que no, que no pueden más con mi pesado cuerpo. Saltar, nunca me gustó. De pequeño y cuando aún creía que podía batir el récord del mundo en lo que fuera, pues eso...que saltaba y todo me parecía demasiado fácil. Salto de altura, pues tendré que elevarme más y mucho más. Salto de longitud y si saltaba con todas mis ganas, pasaría de los 10 metros y más.
Eso sí y aún ahora... me encanta saltar de contento.
Me gusta elevarme como si tuviera dos alas y un motor en mi popa.
Antes me gustaba saltar como las cabras e iba saltando de roca en roca y a toda velocidad y para demostrarme que estaba dotado de un extraordinario equilibrio. Y me lo demostré un millón de veces.
Son esas pequeñas cosas que te inundan de felicidad momentánea e instantánea
y que te dejan feliz hasta que se acabe el día.
Creo que saltar de roca en roca, fue mi principal especialidad "en modo saltos" que tuve en ésta vida. Hasta a veces pensaba que saltando tan bien, los demás se iban a caer a mis pies ante tanto encanto y magia en cada salto.
Ahora, salto muy poco. Me estoy volviendo viejo y mis piernas no responden tan rápidamente a la exigencia de mis reflejos.
Tanto como he fumado en ésta vida (ahora, hace 6 años que no fumo) que me he destrozado las arterias de mis piernas y sigo andando pero sin poder saltar ni hacer demasiados esfuerzos que requieran que tenga que mover mis piernas.
Yo, todo esto lo sabía, pero como me consideraba indestructible...
pues que nada, que ahora estoy pagando mi estupidez. Y os puedo decir más: pues que lo asumo y punto. Por tanto...a joderse toca...pero eso sí...con la cabeza bien alta.

No hay comentarios:
Publicar un comentario