UN VIERNES DEL MES DE MAYO

Pues aquí nos encontramos escribiendo con la ventana abierta de par en par. Son las 19,30 horas de un viernes cualquiera del mes de mayo. Por cierto, la mayor parte del día ha estado nublado y se ha despejado a última hora.
Y en esa sucesión vertiginosa en la que nos encontramos (me refiero, al paso del tiempo y de los meses y de los años) pienso que a éstas alturas de la película...todo esto no hay quién lo pare.
El paso del tiempo no lo perdona todo y además, cada día que pasa, el tiempo está más sordo y más faltón.
Menos mal que cada estación tiene su propio encanto y nos va dejando su sello y su impronta.
Menos y tengo que decirlo muy claro...menos el puto verano. Porque en el verano sufro como un condenado dentro de una caldera de agua hirviendo.
No soporto los calores soporíferos ni el sudar a chorros. Ni soporto la textura húmeda y pegajosa de la ropa sudada. (Cada uno tiene sus manías y paranoias).
Menos mal que alguien que sabe mucho inventó el aire acondicionado. Y entonces llega el verano y el menda (que soy yo) en cambio de vivir a puertas y ventanas abiertas...simplemente las cierro a cal y canto y entonces de mi cueva ya no salgo hasta llegar el mes de octubre.
Pero de momento seguimos disfrutando de la primavera con todo su esplendor:
Flores, fruta, colores y explosiones emocionales...Quizás, demasiadas explosiones emocionales.



























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