"Un poco antes del amanecer los faros súbitos de un camión nos cegaron al salir de una curva. El mundo se deshizo en esquirlas de vidrio y afilados metales retorcidos. Abrí los ojos y me sorprendió estar vivo todavía, tan indemne como si no viajara en aquel automóvil. Un cristal me había arañado ligeramente la mano izquierda. La mujer que venía con nosotros tenía aplastada sobre la frente una medusa de sangre que le cubría la nariz y los ojos. Nos llevaron al hospital de una ciudad: con la mano vendada, salí a la calle para seguir sabiendo que vivía. En una plaza con toldos y soportales se celebraba un mercado. Pensé entonces que si yo hubiera muerto serían iguales todas las cosas que veía: el sol y el viento en los toldos, las cajas relucientes de fruta, el eco metálico de los altavoces. Imaginamos nuestro fin como un cataclismo que lo anegará todo, pero no será más perceptible la muerte de un insecto."
No hay comentarios:
Publicar un comentario