Mes de Mayo y entramos en un mes que me encanta. Y aunque me declaro profundamente otoñal, no puedo resistirme a un mes tan precioso y tan bonito y tan primaveral y el sol no es tan bestia como en verano y de vez en cuando caen unas gotas de lluvia que hacen que los colores se hagan más vivos. Dicen que es buen mes para enamorarse y yo digo, que cualquier mes es bueno para enamorarse de verdad. Yo de chaval, tengo el viejo recuerdo del colegio y para ir a rezar a la virgen María y no me acuerdo de porque se hacía en este mes y no en noviembre, por ejemplo. Ya sabéis que mi punto más débil es mi frágil memoria, algunos le llaman "memoria de cristal" a esa memoria tan frágil y delicada. Me acuerdo de cosas y hechos, pero muchas veces me vienen en flases descontrolados y no los puedo situar en el tiempo en que realmente ocurrieron. Me acuerdo del gallinero y de las gallinas, el gallo, los patos y del profundo olor a mierda que se respiraba en el gallinero. Me acuerdo de los árboles frutales que había en mi casa, de los manzanos, de los perales, de un grandioso ciruelo que estaba al lado del pozo, de un melocotonero que daba inmensos melocotones (y no hago rima).
Por supuesto que me acuerdo de la parra de viña que rodeaba todo el contorno de aquella, para mí, inmensa finca. La hermosa sombra que daba y que bien se comía bajo ella. También recuerdo y con mucha nostalgia, la época de la vendimia y aunque era una buena trabajera, el ambiente que rodeaba a la vendimia, era más relajado y más tranquilo. Además, se añadía más gente a la vendimia y eso enriquecía el ambiente y como decirlo, así tú pasabas más desapercibido sobre todo a los ojos de mi madre. Además mi madre, era de esas mujeres que cara a la galería intentaba demostrar y de forma totalmente ficticia, que en aquella familia tan desestructurada, todo iba como la seda. Mi padre, era de la misma escuela, solo que no eran un ser tan agresivo como lo era mi madre (es decir, era más suave), salvo claro está, cuando tenía que demostrar que el era el jefe de aquella pequeña manada familiar y entonces, una hostia de mi padre, podía arrancarte la cabeza de cuajo.
Recuerdo y por encima de todos mis recuerdos, los veranos. Los veranos en la casa de la playa, aunque era casa de pueblo con una gran finca y que estaba situada cerca de la playa de Vigo. Veranos...¡qué veranos!. La vida daba un giro de 180ª y toda la belleza que había a mi alrededor se convertía en un paraíso que yo personalmente lo situaba en otra dimensión. La dimensión paralela, le llamaba y se entraba en ella, en el mes de Junio y se salía de ella, a finales de Septiembre. $ meses, 4 santos meses que nunca y jamás, borraré de mi memoria.

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