PLAYA DE BARRA

 


Playa de Barra. Playa que está enfrente de Vigo y que veo que se sigue conservando como era. La arena blanca inmaculada, el color del mar es verde azulado y el pinar se conserva más o menos como era, hermoso y grandioso. Y en tiempos ya remotos, ese pinar nos daba cobijo y una buena sombra. El día lo pasábamos al sol y porque de aquellas aguantaba el sol y de vez en cuando nos dábamos un chapuzón en ese agua limpia y cristalina y también, bastante fría. Nos pasábamos el día en pelotas y como putos salvajes que de aquellas éramos. Solo nos vestíamos cuando llegaba la noche y porque la noche era fresca y porque nos íbamos a tomar algo a una aldea relativamente cercana (a 2 kilómetros más o menos), aunque a veces íbamos a otra, que estaba justamente en el lado contrario y a unos 4 o 5 kilómetros. Un par de carolinos (así se llamaba a las tazas de vino en esa zona) y de nuevo, emprendíamos el camino de vuelta y casi siempre por ese camino de vuelta, nos cargábamos de leña y para que al llegar encendiéramos una hoguera y para hablar y reír a su alrededor. Y esos momentos están recogidos en el libro de mi propia historia y están señalados entre los mejores momentos de mi vida. Y así hacíamos un verano tras otro y unas 2 o 3 semanas de acampada libre. Era una cura total, de mente y cuerpo y hasta de alma. Solíamos hacerlo después de los exámenes finales y para desintoxicar el cuerpo de anfetas y porque de aquellas, la anfeta solo se tomaba para estudiar (como era en mi caso). Anfeta y exámenes finales y dos meses a todo trapo y estudiando de día y de noche. Claro que yo no sabía que lo estudiado bajo la influencia de las anfetas, sería lo que se olvidaba primero y por eso en mi carrera yo tuve lapsus importantes. Pero bueno, allí echabas todo el veneno de las anfetas y a los 15 días, te sentías un ser humano nuevo y reluciente. 

Pues la playa de Barra, fue uno de mis sitios preferidos y lo fue hasta que empezaron a venir tíos colgados y colocados de Vigo que se instalaron como si el pinar fuera suyo y dejaban sus tiendas de campaña instaladas para todo el verano. Pero sobre todo lo que nos echó de allí, fue el comportamiento de algunos y porque ya no iban ni a echar la basura donde correspondía y que aquél hermoso pinar se estaba convirtiendo en un estercolero de mierda, y las bolsas de basura con olor a putrefacto y ha podrido, colgaban de las ramas de los pinos y como si fueran putos árboles de navidad adornados con bolsas de plástico y mierda. También los había, que para mantener su hoguera encendida, ya no iban a por leña seca y simplemente se colgaban de las ramas de los pinos y esas ramas eran su leña.Y así somos los humanos y me acuerdo que de aquellas queríamos la acampada libre, pero al ver lo que estaba pasando, yo en concreto fui cambiando de idea y por primera vez en mi vida, pensé que los humanos no sabemos vivir sin normas, sin leyes y sin castigo y entonces y como mal menor, tuve que aceptar la prohibición de la acampada libre. Por tanto tuve que cambiar de playa y me tuve que trasladar más al norte y donde seguí practicando mi acampada libre y esa nueva playa se llamaba, playa de Baroña, que estaba al lado de un maravilloso castro Celta que se adentraba en el mar como un dedo de tierra y piedra. La arena también era muy blanca, el mar era más bravo y había olas que te podían romper en dos. Había otro hermoso pinar y bajo su sombra amable, montábamos la tienda de campaña y el resto era igual que en Barra, todo el día desnudos, un baño de vez en cuando, un paseo por la noche hasta una aldea cercana y cargar leña seca para la hoguera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR