Desde el otro lado, el lado proletario, era visto como clase media tirando a alta, pero nunca me veían logicamente como uno más del gremio de los pobres y esto era por varias razones, a saber: primero porque vivía en un chalet en Vigo, aunque ese chalet estuviera en la franja de Gaza. Segundo porque veraneaba en la playa de Samil y esto quitaba muchos puntos. Tercero, porque siempre tuve la misma cara que ahora y ésta cara no colaba como proletaria y menos por cara de pobre y tampoco coló posteriormente para dar el pego en barrios obreros y en zonas relacionadas con la venta de drogas, que suelen coincidir, Pues aquí era frecuente que me calificarán como pasma o como tío raro o como tío que simplemente no correspondía a su clase social. En conclusión, en los basrrios bajos, siempre me consideraron que tenía cara de pijo y es más, decían que mi hablar era muy fino y eso les mosqueaba aún más. por tanto tuve la suerte o la desgracia, de librarme de tener que ir a controlar droga para toda la vasca, pues no me la vendían porque consideraban que era pasma o me daban gato por liebre al darse cuenta que no era de su gremio, además de pensar que mi cara era cara de tener pasta. Si me vieran ahora, los que lo decían. Y esto que digo, también me pasó posteriormente hiendo a determinados bares. Pues a mi siempre me gustaron los bares cutres y sucios, los bares con moscas, los bares con uno varios borrachos durmiendo la mona, los bares con el camarero con el palillo de dientes en la boca, los bares con olor fuerte a meado, las bares con partidas de naipes, los bares con mucha barra y en la que se te pegara el brazo al apoyarlo, en fin los bares cutres. Y aquí en éstos lugares inmundos, también me pasaba la misma historia, todos me veían con desconfianza, pues que pintaba un pijo como yo en aquel tugurio, aquello no les cuadraba. Pòr eso y menos mal, nunca pude integrarme del todo con el ambiente, pero mejor para mi, porque los bares cutres siempre me gustaron por el ambiente que tenían y porque nadie preguntaba nada.
Hoy voy escribiendo a trozos, es lo que tiene el estar haciendo mil cosas a la vez, pero por lo menos las hago. A
lo que iba, estaba hablando del tema de los bares y es verdad que los
bares jugaron un papel fundamentakl en mi vida. De pequeño, mi padre
tenía una bodega en casa y me encantaba el ambiente de la bodega, los
barriles, las moscas, la humedad ambiental y sobre todo, sus olores a
vino. Ésta
bodega la teníamos en la casa de la playa y por tanto se disfrutaba de
ella a lo largo del verano. El resto del año vivíamos en la casa de Vigo
y al no tener bodega en casa, se
buscaba una bodega de fuera, por eso mi padre un día a la semana, le
gustaba ir a un bodegón dela zona. Menudo cutrerío el de los bodegones,
parecido si no igual al de los bares cutres. Además los bodegones
tuvieron una época y en ella estaban llenos, pero una vez pasada la
moda, los bodegones eran almas en pena. Y no sé, pero desconfio y mucho,
que mi afición por los bares cutres no lo cogiera de esa época
bodeguil. En la playa a mi padre también le gustaba ir los domingos
después de misa aun bodegón cutre que había en el pueblo, era ruinoso,
pero el vino según decían los entendidos, era más que bueno.
En esos veranos de playa, yo era uno más en la pandilla de amigos, era como los demás sólo que un poco diferente. Pues como decía, había que ejercer de pijo y yo tuve la suerte de tener una pandilla que de ese pie no cojeaba demasiado. Pero fuera de mi círculo más cercano, yo notaba en la mirada de alguna gente que no era bien recibido. Me faltaba pedigrí y abolengo. Además la casa de la playa, por suerte no era un chalet, era más bien una casa de pueblo y con una finca grandísima o eso me parecía. En la finca había plantaciones de huerta de todo tipo, árboles frutales y una parra kilométrica, que rodeaba todo el contorno de la finca, un pajar, un gran maizal y los avíos y herramientas del campo. Entonces, a lo que voy, la casa no era un chalet como tenían los demás, era una casa rural y me encantaba, pero algunos pijos al verla les parecía como demasiado vulgar, de clase inferior, digamos. Así que de nuevo, hasta en el veraneo me tuve que mover entre dos aguas, entre mis amigos medio-pijos, que para mí eran más amigos que pijos y los pijos redomados, los pijos con pedigrí. Y seguí usando la misma táctica que usaba en Vigo, dependiendo de quien me lo preguntara, yo veraneaba en la playa de Samil o en la casa del pueblo, San Pelayo de Navia, se llama el pueblo .
Más adelante, cuando ya rondaba los 15 o 16 años, ya pasé de los pijos redomados. Pues de aquellas ya estaba embarcado en revoluciones y en sus consecuencias. Posteriormente, cuando ya estudiaba en Santiago de Compostela, tampoco tuve esa necesidad, vivía tranquilamente en ese aspecto, nadie te tocaba los cojones con las altas pretensiones. Recuerdo a mi madre, que la pobre luchó toda su vida con perseverancia, por salir de la clase media. Nunca estaba conforme, siempre tenía un desasosiego y una congoja con éste tema. No aguantaba que yo tirara hacia la parte pobre, siempre se empeñó en que me relacionara con la parte pudiente. Lo que más le preocupaba en ésta vida, era el que dirán y el que pudimos tenerlo todo, todo me refiero a la pasta o a propiedades. No le llegaba con tener dos casas. Me acuerdo de una anédota sobre una pequeña isla que hay en la ría de Vigo, al lado de la playa de Samil. Resulta que mi padre era apoderado de banco, que suena muy bien, pero aún hoy en día no sé que es un apoderado, Bueno pues en uno de sus trapicheos bancarios, tuvo una opción de poder comprasr la dichosa Isla a precio de saldo o eso decía mi madre y él por lo que fuera, decidió no comprarla, o no pudo o no quiso, que se yo y no veas la vara que nos dió a partir de ahí mi madre: mira que esa Isla pudo ser nuestra, que porque a tú padre la faltó ambición (palabra favorita de mi madre) en ésta vida, porque si no esa Isla ya sería nuestra. Y ésta letanía nos tocaba cada día que bajábamos a la playa, pues desde la playa, para nuestra desgracia, se podía contemplar la dichosa Isla. Unos años más tarde la compró un especulador y le puso un turullo en forma de edificio, un turullo de nosecuantas plantas y siempre pensé, que ese cagarro con pisos, ese mamotreto, al estar construído en lado de la Isla, un día la Isla se iba a hundir por ese lado. Y se llamaba y llama la Isla de Toralla, no me salía enl nombre y eso que me he cagado en su nombre desde bien pequeñito.
En esos veranos de playa, yo era uno más en la pandilla de amigos, era como los demás sólo que un poco diferente. Pues como decía, había que ejercer de pijo y yo tuve la suerte de tener una pandilla que de ese pie no cojeaba demasiado. Pero fuera de mi círculo más cercano, yo notaba en la mirada de alguna gente que no era bien recibido. Me faltaba pedigrí y abolengo. Además la casa de la playa, por suerte no era un chalet, era más bien una casa de pueblo y con una finca grandísima o eso me parecía. En la finca había plantaciones de huerta de todo tipo, árboles frutales y una parra kilométrica, que rodeaba todo el contorno de la finca, un pajar, un gran maizal y los avíos y herramientas del campo. Entonces, a lo que voy, la casa no era un chalet como tenían los demás, era una casa rural y me encantaba, pero algunos pijos al verla les parecía como demasiado vulgar, de clase inferior, digamos. Así que de nuevo, hasta en el veraneo me tuve que mover entre dos aguas, entre mis amigos medio-pijos, que para mí eran más amigos que pijos y los pijos redomados, los pijos con pedigrí. Y seguí usando la misma táctica que usaba en Vigo, dependiendo de quien me lo preguntara, yo veraneaba en la playa de Samil o en la casa del pueblo, San Pelayo de Navia, se llama el pueblo .
Más adelante, cuando ya rondaba los 15 o 16 años, ya pasé de los pijos redomados. Pues de aquellas ya estaba embarcado en revoluciones y en sus consecuencias. Posteriormente, cuando ya estudiaba en Santiago de Compostela, tampoco tuve esa necesidad, vivía tranquilamente en ese aspecto, nadie te tocaba los cojones con las altas pretensiones. Recuerdo a mi madre, que la pobre luchó toda su vida con perseverancia, por salir de la clase media. Nunca estaba conforme, siempre tenía un desasosiego y una congoja con éste tema. No aguantaba que yo tirara hacia la parte pobre, siempre se empeñó en que me relacionara con la parte pudiente. Lo que más le preocupaba en ésta vida, era el que dirán y el que pudimos tenerlo todo, todo me refiero a la pasta o a propiedades. No le llegaba con tener dos casas. Me acuerdo de una anédota sobre una pequeña isla que hay en la ría de Vigo, al lado de la playa de Samil. Resulta que mi padre era apoderado de banco, que suena muy bien, pero aún hoy en día no sé que es un apoderado, Bueno pues en uno de sus trapicheos bancarios, tuvo una opción de poder comprasr la dichosa Isla a precio de saldo o eso decía mi madre y él por lo que fuera, decidió no comprarla, o no pudo o no quiso, que se yo y no veas la vara que nos dió a partir de ahí mi madre: mira que esa Isla pudo ser nuestra, que porque a tú padre la faltó ambición (palabra favorita de mi madre) en ésta vida, porque si no esa Isla ya sería nuestra. Y ésta letanía nos tocaba cada día que bajábamos a la playa, pues desde la playa, para nuestra desgracia, se podía contemplar la dichosa Isla. Unos años más tarde la compró un especulador y le puso un turullo en forma de edificio, un turullo de nosecuantas plantas y siempre pensé, que ese cagarro con pisos, ese mamotreto, al estar construído en lado de la Isla, un día la Isla se iba a hundir por ese lado. Y se llamaba y llama la Isla de Toralla, no me salía enl nombre y eso que me he cagado en su nombre desde bien pequeñito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario