Si no quereis escucharme,
no escucharme,
y todos quedamos en paz,
pues, en realidad,
yo dudo de lo que digo,
y dudomás de lo que oigo,
y entonces, ¿porqué me vais a escuchar?.
Si no me escuchais a mí,
escuchad por lo menos a los demás,
escuchad al vecino como grita en plan fiera,
y como su niño llora sin tener prejuicios,
escuchadlo, y escuchadlo bien, por favor.
No escuchais acaso,
los murmullos de la gente,
y sus miradas de desaprobación,
o acaso por sordos estais ciegos,
y no veis lo que no quereis ver,
pues os ciega vuestra vanidad infinita.
Escuchad por lo menos a alguien,
a alguien que os diga algo,
a alguien cercano o lejano,
pero escucharlo,
y escucharlo por favor.
O es que estais sordos y ciegos,
y no ois lo que no quereis oir,
y no veis lo que quereis ver,
entonces, ¿a que esperais?,
esperais, acaso, a algo más,
o de tanto esperar ya no ois y ni veis.
Pues escuchadme,
yo os digo que si no quereis oirme,
si no quereis oirme ahora, ni nunca,
es mejor que os calleis para siempre,
y que me dejeis en la paz de dios,
y os asegureis que esté muerto,
y bien muerto,
para que de mi boca no salga nada,
ni una sóla palabra,
ni siquiera una maldición.
Y os pido, y os ruego,
que, por mí, no lloreis,
llorad por vosotros,
y por vuestros pecados,
pero a mi dejarme en paz,
dejarme por favor,
en la paz de dios,
pues es la única paz,
que yo aún no conozco.
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