Dibujé con mi dedo una luz en el cielo,
y la colmé con mi propia energía,
y se la dí, en forma de deseo,
le deseé que tuviera la suerte,
que yo no tengo,
y que en su recorrido estelar,
iluminara a cualquier átomo de vida.
Yo le insuflé parte de mi alma,
y le dí un sentido a su existencia,
le dí poderes sobrenaturales,
y una razón a la que perseguir,
para el resto de sus días.
Son hechos irrefutables,
y el hecho es que mi dedo,
le transmitió poder absoluto,
poder para llevar su mensaje,
su mensaje a través de la inmensidad del Universo.
Mi dedo, es un dedo de otro planeta,
un dedo extraño y a la vez necesario,
un dedo al que le gusta dibujar,
y pintar sobre la cúpula del cielo.
Y es mi dedo precisamente,
el que aterrizó en mi mano,
así, de súpeto,
como el que no quiere la cosa,
cayó un día de tormenta,
día de rayos, truenos y relámpagos,
y en esa noche tormentosa,
es como nació, mi dedo de extraterrestre.
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