FUMAR MATA (Relato)

LAS AUTORIDADES SANITARIAS ADVIERTEN:

  Fumar acorta la vida.

Yo parto que la vida ni se acorta ni se alarga, porque la vida en sí, no es un chicle, la vida se vive o no se vive y da igual el tiempo que nos deslizamos por ella. Aparte, no dicen que hay vida en el otro mundo, que hay una vida eterna y es más, según la santa iglesia, fumar no se comtempla como pecado mortal, ni venial.

Por tanto deduzco que la vida hay que vivirla a tope y ya sea fumando o no y hablo de la vida terrenal que no de la celestial. Ésta última, la celestial se la dejo para los que creen en ella y que la disfruten y para mi y unos cuantos más, nos quedamos con la parcela terrenal. La parcela que hay que cuidar y mantener, que hay que plantar y replantar y darle colores y olores, para ir alegrando nuestros sentidos y si puede ser, como es mi caso, con un buen cigarrillo de Chester entre mis labios. O sea darle vidilla a la vida, que por suerte o por desgracia nos toca vivir y si para darle vidilla hace falta fumar, pues a fumar el que quiera, eso sí, que el que fuma sepa, que debe hacer un sobreesfuerzo constante, pues debe vivir más intensamente que nadie.  Su reloj de arena está más vacío que el que tienen los demás. con saber esto a nosotros los fumadores nos llega o debía llegarnos, porque al final creo que siempre, queda el espíritu de superviviencia y cuando ves caer los ultimos granos de arena, supongo que te gustaría rellenar de nuevo el reloj con más arena. Pero esto es común para el que fuma como al que no fuma, es un instinto primario y ancestral, el que te hace aferrarte a la vida.

  Son años dándole caladas a un cigarrillo y tantos años como unos 42 años, se dice pronto, 42 años fumando y fumando como un cosaco (se dice beber como un cosaco, pero yo hice una adaptación para éste caso). Mis primeros cigarrillos, que eran bombas resecas de hojas de parra envueltas en papel higiénico y fumadas debajo de la parra, en el sitio más escondido. Aquello era infumable, cada calada se acompañaba de espasmos de toses bestiales, que muchas de las cuales acababan en vomitona. Pero allí nos íbamos mi amigo y yo, allí en la espesura de la hierba debajo de la parra, a la sombra agradecida y entre racimos de uvas y con ese juego de luces que hace el sol y la sombra, los destellos, siempre cambiantes por el viento que movía las hojas de la parra. Los sonidos constantes y perseverantes de cigarras alborotadas o eso a mi me parecía, que siempre estaban fuera de sí, con ese sonido ni ronco ni agudo, pero si constante, demasiado constante, que era como un taladro sobre tú cerebro. Era un sonido que estaba bien para 1 minuto, pues aún se podía soportar, pero para más tiempo, era un dolor de cabeza, seguro.

  De ahí, de los artesanales y bastos cigarros de papel higiénico, pasamos a algo más refinado. Pensamos que no podíamos morir en el intento y por tanto había que fumar algo más placentero y que no fuera cauasa de muerte inmediata y decidimos mejorar el método. Poco a poco íbamos chorizando algún cigarrillo a nuestros padres y los íbamos juntando y guardando cada uno como podía y hasta llegar al fin de semana, donde ya nos juntábamos de nuevo, para la gran fumata blanca. Y para que duraran más los cigarros, previamente los vaciábamos de tabaco y entonces mezclábamos el tabaco con las hojas secas de la parra, lo estrujábamos todo y de nuevo a meter la mezcla en el cigarrillo. Así nos pasaba el tiempo más rápido y a la vez, estirábamos la cosecha. Después, por lo menos yo, el amigo no sé lo que hacía, me tumbaba panza arriba a lo largo del suelo sobre la hierba aplastada y me dejaba llevar como lo hacía siempre, a soñar y a soñar despierto y el tiempo debía transcurrir demasiado rápido, pues de mis ensoñaciones siempre salía con un buen berrido de mi madre: ¡¡¡¡A comer!!!1 y ¿Donde os metéis?, que vuestra culpa siempre comemos tarde.

   Más adelante recuerdo los asquerosos Celtas que me recordaban a mis primeros cigarros hechos con las hojas de parra, menuda variedad de troncos tenían, troncos a veces inmensos que ni siquiera se podían quemar con el resto del cigarrilloy había que quiarlos con los dedos y la mayoría de las veces, escupirlos al suelo. Y los Celtas duraron su tiempo, justo hasta que te vas aburguesando y entras en el terreno de los cigarrillos con filtro. Aquí tuve épocas de diferentes marcas, pero destacaba sobre todas, el Ducados, que también tuvo su ciclo vital bastante largo. Después poco a poco va cayendo algún cigarro rubio y ya se sabe que los humanos podemos ser de todo, pero tontos y tan tontos, como para no saber distinguir un cigarrillo de otro, como pues que no. Así que el siguiente paso fué empezar a fumar tabaco rubio y mejor si éste era de batea (contrabando), pues era mejor, más barato y además tenía su aquél, su aquél de que era de contrabando y eso molaba.

Ya por último, yo seguí fumando tabaco rubio hasta ahora yme fuí adaptando al medio (que remedio me quedaba) y tuve que pasar del tabaco de batea al de estanco y después de nuevo vinieron tiempos de contrabando, sólo que más controlados y había que ir a comprar a determinados bares y sitios y mira que casualidad que la mayoría de estos santuarios de tabaco de contrabando, estaban situados estrategicamente al lado de las comisarías, ¿porque sería?, habría algún permiso especial o alguna comisioncilla o el tabaco pasaba de la comisaría directamente al bar de la esquina o acaso el dueño del bar era chivatillo de la pasma. Son misterios sin resolver, pero que quedan reflejados en mi memoria histórica, en mi memoria y en la memoria que tienen éstas letras, para que quede constancia, nada más.

   Así que ya me desplazo a mi época actual y aclaro que yo sigo fumando. Y fumo tabaco rubio, en concreto Chester y no sé porqué, pero es lo que fumo. A veces me planteo dejarlo y sinceramente cuando lo pienso lo hago por varias cosas y las expongo por orden de preferencia: la primera, es que cuando me lo planteo es por tema de pasta, pues sí que al mes te dejas una pasta gansa. Segundo, como desde hace unos años, practico con cierta asiduidad deporte, pues haciéndolo es cuando me doy cuenta que es verdad que el tabaco axfisia y entonces de nuevo me lo planteo. Y tercero y último, por que el fumar ayuda a tener más boletos para un cáncer de pulmón. Como veis, el argumento que tiene menos peso, es en el que más incide la propaganda oficial, aunque eso no quiere decir nada, pues puedo ser más inmune a éste argumento, pero desde luego lo que no puedo es ir en contra de él, el arguemnto está ahi y yo soy libre cogerlo y si no quiero, pues me atendré a las consecuencias.
  Por cierto ahora salieron unas pastillitas que se llaman Champix, que dicen que ayudan. Yo les llamo champiñones y ya las tengo dispuestas encima de la mesa, ahora estoy en esa fase, en la fase contemplativa, veo las pastillitas varias veces al día y me recuerdo a mi mismo que tengo que empezar a dejar de fumar. El siguiente paso será empezar a tomarlas y por supuesto seguir las instrucciones a pie de letra. Ya os contaré como acabó éste cuento, éste cuento chino...

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JULIO CORTÁZAR