No está el horno pa bollos, como tampoco lo está para paños calientes.
Como se ve a mi encantan los refranes, más que refranes, me gusta jugar
con lo símiles. Esta´el horno que arde o no está pa bollos, dos juegos
de palabras y como centro el mismo horno, que vienen a decir lo mismo,
que te vayas con tú rollo a otro lado, que aquí ya estamos saturados. Lo
malo del tema es que solemos estar saturados casi siempre, a veces
ficticiamente y en otras realmente. Yo me saturo, supongo que como los
demás, y hoy en día con mucha más facilidad que antes, antes tenía como
más fuelle o más fondo o más resistencia y chupaba rollos con
resignación cristiana. Hasta que comprendí que eso no me llevaba a nada,
bueno sí, a soportar el coñazo correspondiente y al final a cogerle
manía al tío o tía que me los soltaba. Al final, se enviciaba tanto la situación, que ya no me atrevía a mandarlo al carajo y acababa usando la táctica del avestruz. Me escondía del tío e intentaba hacer que no lo había visto, que perdón que no te había visto, es que iba pensando en otras cosas, lo siento y ¿que tal?. Y ese que tal, era la gran cagada universal, era abrirle las puertas del cielo y ya se lanzaba sin paracaídas contando sus agobios y bla, bla, blá...
No sé pero la gente coñazo no entiende las indirectas, no les vale si les dices que tienes prisa, que has quedado a tal hora y vas a llegar tarde, que ya llego tarde a currar, les dá igual, ellos sólo quieren soltarte lo que les corroe por dentro. El resultado final, es que tú llevas un doble palo o sea llegas tarde al trabajo y te has comido todo el rollo a toda hostia o sea en plan rollo condensado. En definitiva tú que quedas con el agobiazo, el otro, el coñazo, una vez que lo suelta todo, se queda libre y liviano para el resto del día. Si te vuelve a encontrar más de lo mismo, ellos son incansables e infatigables y te hartas de decirle que esto ya me lo has contado, que sí, que ya me lo has contado el otro día,.... Así que ya te lo he contado, pues el tío sigue con el mismo rollo, como si por dentro pensara, pues ahora te voy a joder más y te lo vuelvo a contar.
Al final llega el momento de la ruptura y un día porque sí o porque ya no aguantas más, pues coges la inciativa y decides cortarle el rollo y si el tío sigue con su perolata, lo dejas hablando sólo, así de simple, que le hable al aire, que es más comprensible que yo. Y eso es lo que más daño le hace, que les desplantes, pues a pesar que tú te hayas despedido mil veces: es que me tengo que ir o sea que adiós, ellos nunca lo oyen, pues sólo se oyen a si mismos y son especialistas en eso, en pasarte su agobio. Aunque si tienes un poco de tiempo, también vale usar su misma táctica y ponerte a contarle como un loco tús problemas y da igual que sean verdaderos, como ficticios, el caso es darle por el culo, para que aprendan. Y no van a aprender, porque por mucho que intentes que se vean reflejados en el espejo, a ellos les dá igual, pues es su filosofía vital, digamos es una forma más de vivir, la cual se caracteriza en eso, en pasarte su mochila con todo su peso.
Lo mejor, es mandarlos a tomar por culo directamente, sin gritar ni chillar, no hace falta. pero si hace falta explicarle en cuatro palabras, que asi no hay dios que los aguante. Y si así, aún no se enteran, pues simplemente los dejas hablando sólos y así buscarán a otro pardillo que les aguante su discurso jartible, que siempre versa sobre su propio ombligo. Y su ombligo, puede ser su propio marido a su mujer, o su curre o sus amistades o lo que sea, con tal de que ellos estén en el centro del meollo.
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